Capítulo 6

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–Pensaba que ya habías aprendido las consecuencias de no hacer caso a tu amo.–pasó su lengua húmeda y caliente sobre la herida, y siseé–Deberías empezar a obedecer más.–apretó mi entrepierna por encima de la ropa interior, y me miró directamente a los ojos–O te aseguro que te pasarás toda esta noche suplicándome que te permita correrte.–

Asentí sin poder evitarlo...

–Entendido...–

Intenté relajarme, no tenía que hacer nada después de todo, ¿no? Simplemente dejarme hacer.

–¡Aaah!–la navaja había hecho un corte más cerca de mi entrepierna de lo que me hubiera gustado

Joder el pantalón sí que no lo puedes cortar con eso, pero si te lo digo igual me la clavas, y no precisamente la navaja.

–¿Ha dolido?–Tsuzuku acercó el filo a su boca, lamiendo la sangre por ambos lados con su lengua

–Un poco...–levanté mis caderas del colchón para dejar que me quitada los andrajos en los que se habían convertido mis pantalones, jadeando solo con esa imagen frente a mí

–Qué haces, pareces un perro.–me miró de arriba abajo–Y dime, Koichi. ¿Has esperado pacientemente por mí?–sus dedos rodearon mi miembro, empezando a estimularlo lentamente

Ni que me hiciera falta.

–S...sí...–no le vas a llevar la contraria a alguien que tiene tu pene en la mano

–¿Estás diciendo que debería premiarte entonces...?–se inclinó sobre mí, pasando su lengua por la punta de mi glande, y cerré mis ojos casi vislumbrando el cielo con ellos, esto no podía estar pasando, sentía como mi miembro se endurecía del todo, no podía estar más ansioso por lo que vendría a continuación

El sonido de una cremallera abriéndose.

–Sí...–sentí frío entonces, y luego presión sobre mi miembro, resultaba algo incómodo incluso–¿Ah...?–abrí los ojos de nuevo encontrándome con uno de esos monstruosos anillos que impedirían que me corriera–¡Tsuzuku, quítame eso!–me quejé

La risa de Tsuzuku mientras se levantaba de la cama resonó por toda la habitación, y probablemente por toda la casa también.

–¿En serio crees que tienes un mínimo de autoridad en este cuarto?–dejó sobre la camala bolsa que había traído, ya abierta, y sacó un imponente látigo negro

Me mantuve callado.

–¡¿Lo crees?!–un latigazo cortó el aire

Y mi pecho.

–¡Aaah, no, no lo creo!–cerré los ojos y recé con todas mis fuerzas para que esa cosa no me tocara la entrepierna, que continuaba erecta y dolorosa

–Mucho mejor así, ¿te gusta mi amiguito?–Tsuzuku lamió su propio látigo–Es un knut...aunque no tan bueno como los originales, claro...lo encargué expresamente desde Mongolia...es cuero auténtico.–me dio otro latigazo como para probar su fuerza, y me mordí el labio inferior para evitar gritar esta vez

Intenté controlar mi respiración y miré hacia abajo, observando las marcas rojas del látigo sobre mi pecho, en algunos puntos la piel se encontraba levantada y se asomaban pequeñas gotitas de sangre. Por alguna razón mi miembro empezó a dolerme más.

–A...amo...–si vas a Roma harás lo que digan los romanos, iba a seguir su juego hasta las últimas consecuencias–Me duele... ¿Podría...quitarme esto?–

–La noche acaba de empezar, Koichi.–abrió sus pantalones–Convénceme de que te lo quite.–se quedó sentado sobre mí, apoyando cada una de sus rodillas a un lado de mi pecho en la cama

El burdel de TsuzukuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora