18- Park Siboom

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-Necesito leche, un paquete de huevos y polvo para hornear -mi madre suspiró desde la cocina.

-Mmmh.

-Te acabo de decir que necesito cosas de la tienda, Cassandra...

-No quiero ir.

-No era una pregunta; así que levanta ese pequeño trasero del sofá, pon en pausa esa película mediocre y ve a la tienda.

Puse en pausa y cogoteé para verla en el comedor, con los brazos en jarra.

-¿¡Mediocre!? ¡Es Titanic!

-¡La viste miles de veces!

-Y sigo llorando -sorbí por la nariz y me puse en pie antes de que mi madre me sacara del sofá por los pelos.

Me calcé las deportivas, tomé el dinero que mi madre me entregaba y abrí la puerta a la tarde soleada. Hacía un día realmente precioso; un sábado de esos en los que debes ir al parque y no quedarte en casa mirando películas de amor. En fin, para las románticas empedernidas no hay muchas variables en cuánto a sábado productivo.

Ni bien estuve en el porche, miré rápidamente hacia la casa vecina. Entrecerré los ojos y vislumbré una figura en el jardín. Me apresuré a agacharme para ocultarme tras un matorral, como si estuviese escapando de la policía.

Desde aquel martes en el que Taehyung y yo... bueno, eso; no nos habíamos visto. Y no era coincidencia, claro: hacía todo lo que estaba en mi mano por no cruzarme en el camino del muchacho. ¿Por qué? No estaba segura. Tal vez por orgullo, o por vergüenza. Tal vez porque era una niña, como él solía decir. Tal vez porque cuesta una barbaridad aceptar que alguien te gusta.

No es que me guste, claro.

Sin embargo, aquella larga y oscura cabellera no era de mi vecino (a no ser que se hubiera convertido en un amante del metal, lo cual no me extrañaría demasiado). No, no. No era Tae, era... Era una chica. No, una mujer. Si, era una mujer de cabello largo, pollera de azafata ajustada y tacones de vértigo. La pobre golpeaba insistentemente la puerta de Taehyung, aunque no parecía haber nadie en casa.

Me levanté de mi escondite, más por curiosidad que por piedad, y troté hasta el jardín de la casa vecina. Me quedé un segundo de pie allí, embobada mirando aquel lugar sobre el césped donde aún yacían las mantas y almohadones; inclusive el telescopio.

Vi a la mujer suspirar con cansancio, y cuando se giró pareció realmente alegre de verme allí. Se apresuró a acercarse a mi con sus piernas largas y su sonrisa pintada de rojo. Era... hermosa. No de esa clase de chicas que ves en la revista y piensas que son hermosas por sus labios carnosos o sus cejas expresivas. No, ésta mujer tenía una belleza natural y tranquila que te hacía rendirte a sus pies con tan sólo mirarla a los ojos. Le sonreí, pese a mi confusión, y estreché su mano cuando me la tendió con una reverencia.

-Hello -dijo.

Pese a que no quería, sonreí con más ganas. Sacudí la cabeza y levanté una mano.

-No te preocupes, sé coreano.

Abrió los ojos, sorprendida, y lanzó una risita francamente encantadora.

-Lo siento, creí que... Oh, no importa -se puso en puntas de pies, aunque era altísima, para fijarse en mi casa-. ¿Vives ahí?

-Si, así es.

-... Y eres vecina de Tae.

Tae. Sonaba como miel en sus labios; como una palabra que estuviera acostumbrada a decir.

Di un pasito atrás, como si su aliento me hubiera golpeado con fuerza en el rostro.

-Si, Taehyung...

Why So Serious? [Kim Taehyung]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora