Capitulo 28; Manchas de grasa

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Había pasado una semana y poco a poco Elena fue avanzando, a los cuatro días consiguió que la dejaran salir de la cama y dar un paseo por la casa. Y como habian prometido, Tom y Luís la habian estado visitando constantemente.  Hoy por fin lograba que le permitieran moverse con libertad, aunque siempre con alguien siguiéndola

-Me estas poniendo nerviosa –Elena se giro para mirar a Richard

-Pareces un fantasma vagando por la casa –El sonrió y volvió a hacer una pompa con su chicle

-¡Ah! ¡Para de una vez!  -Elena suspiro y siguió caminando hacia la sala, allí en el sofá se encontraban sentados Roberto y Jou

-¿Estas bien? –Roberto frunció el ceño al verla exasperada

-Perfectamente –Ella miro de reojo a Richard que caminaba hacia la ventana y silbaba

-Guau –El sonrió divertido –Que espectáculo

En el exterior de la casa, Lorenzo y Lucas estaban partiendo leña junto al pozo, Bernardo y Oscar descargando uno de los camiones.  Todo estaba en paz y tranquilo, hasta que el sonido de unos autos a toda velocidad y derrapando ante la casa irrumpieron en el lugar.   Todos miraron los todo-terreno negros sorprendidos

Las puertas de los coches se abrieron y rápidamente salieron hombres vestidos de negro, con gafas de sol y con armas ¡Armas!  Sin decir nada cada uno de ellos camino hacia la casa y cada uno tomo un lugar, como si ya lo tuvieran asignados.  De uno de los coches salio un hombre que todos recordaban

La puerta de la casa se abrió y Jou salio por ella junto con su hijo, ambos caminaron hacia el recién llegado y estrecharon sus manos.

-James –Jou sonrió –No debiste molestarte

-Sabes que cuando se trata de Elena no es molestia –James miro fijamente a la puerta y la vio aparecer, caminando despacio y tomada del brazo de Roberto.  Camino hacia ella decidido –Encontrare al que lo hizo

-Todo esto es innecesario James –Elena suspiro mirando a los armarios empotrados que rodeaban su casa –Nadie va a atacarme en mi propia casa

-Lo hicieron en tus tierras –El frunció el ceño –Quiero que todos sepan que el Tiburón te protege, que si algo te pasa lo pagaran muy caro

-Y ya lo sabe todo el mundo –Ella miro a los trabajadores –Has llamado la atención de todos

-Solo quiero protegerte –El la miro a los ojos -¿Cómo te encuentras?

-Bien –Sonrió –Pasa y hablemos para que pueda convencerte de que te lleves a tus guardias custodia

-Y sabes que siempre logra convencer a los demás –Roberto sonrió mirándola de reojo

-Puede que de mi brazo a torcer un poco –El Tiburón sonrió –Pero no del todo

-Entremos para que yo pueda comprobarlo –Elena señalo la puerta

La DoñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora