Capitulo 33; Sigue allí

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Hacia dos semanas que Gonzalo y Lucas habian regresado a la casa, el primero no salía de su habitación y el segundo ocupaba su mente en el trabajo.

Elena trato de hacer la estancia de ambos lo mas cómoda posible, contrato a una mujer que se ocupara de atender a Gonzalo y subió el sueldo a Lucas al mismo tiempo  que le libro de ciertas actividades aunque el se empeñaba en hacerlas

-¿Preparas a Diablo? –Elena miro a Oscar con una sonrisa desde la entrada del establo

-¿Vas a dar una vuelta? –El la miro de reojo mientras colocaba la silla de montar sobre el caballo

-¿Quieres acompañarme? –Elena le guiño un ojo

-Me encaja la idea –Oscar sonrió y se dirigió al otro caballo para arreglarlo

Pronto ambos estuvieron montados sobre sus caballos, recorriendo las tierras a todo galope y disfrutando de la sensación de libertad.  Una sensación que Oscar pudo comprobar que a Elena le encantaban

-¿Pasa algo? –El paro su caballo junto al de ella y frunció el ceño

-No, nada –Elena observaba aquel viejo granero con la mirada perdida

-Lo quemaron –Oscar miro el lugar derruido –Tu padre lo quemo

-¿Cómo dices? –Elena lo miro bruscamente

-Quiero decir, Bernardo –El la miro precavido –Bernardo quemo el establo

-¿Cuándo? –Elena lo miraba sorprendida

-Hace años –El se encogió de hombros –Lucas me lo contó

Y ambos quedaron en silencio, el la observaba curioso y confundido y ella no apartaba la vista de aquel lugar.   Aquel granero que hace años había sido un almacén de heno, alejado y solitario, el lugar que Leonardo escogió para llevarla a ella.  El lugar en el que como una estupida se entrego a ese hombre y Lorenzo gravo dicha entrega

El lugar en el que ella cometió el mayor error de su vida y ahora resultaba que Bernardo lo había quemado ¿Por qué?

-¿Seguimos? –Oscar la saco de sus pensamientos

-Si –Ella tiro de las riendas de Diablo obligándolo a continuar el camino

Al llegar al lago, como de costumbre Elena desmonto de su caballo y Oscar la imito.

Antes de que ella comenzara a caminar hacia el lago el la tomo por la cintura y la pego a su pecho

-¿Piensas darte un baño? –le hablo al oído

-No –ella levanto la vista y le miro con una sonrisa

-¿Entonces? –frunció el ceño -¿Por qué paraste aquí?

Y Elena se mantuvo en silencio, subió los brazos por el cuello de el y bordeo el cuello de la camisa, bajando con sus manos y desabrochando los botones lentamente.

La DoñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora