Hacia dos semanas que Gonzalo y Lucas habian regresado a la casa, el primero no salía de su habitación y el segundo ocupaba su mente en el trabajo.
Elena trato de hacer la estancia de ambos lo mas cómoda posible, contrato a una mujer que se ocupara de atender a Gonzalo y subió el sueldo a Lucas al mismo tiempo que le libro de ciertas actividades aunque el se empeñaba en hacerlas
-¿Preparas a Diablo? –Elena miro a Oscar con una sonrisa desde la entrada del establo
-¿Vas a dar una vuelta? –El la miro de reojo mientras colocaba la silla de montar sobre el caballo
-¿Quieres acompañarme? –Elena le guiño un ojo
-Me encaja la idea –Oscar sonrió y se dirigió al otro caballo para arreglarlo
Pronto ambos estuvieron montados sobre sus caballos, recorriendo las tierras a todo galope y disfrutando de la sensación de libertad. Una sensación que Oscar pudo comprobar que a Elena le encantaban
-¿Pasa algo? –El paro su caballo junto al de ella y frunció el ceño
-No, nada –Elena observaba aquel viejo granero con la mirada perdida
-Lo quemaron –Oscar miro el lugar derruido –Tu padre lo quemo
-¿Cómo dices? –Elena lo miro bruscamente
-Quiero decir, Bernardo –El la miro precavido –Bernardo quemo el establo
-¿Cuándo? –Elena lo miraba sorprendida
-Hace años –El se encogió de hombros –Lucas me lo contó
Y ambos quedaron en silencio, el la observaba curioso y confundido y ella no apartaba la vista de aquel lugar. Aquel granero que hace años había sido un almacén de heno, alejado y solitario, el lugar que Leonardo escogió para llevarla a ella. El lugar en el que como una estupida se entrego a ese hombre y Lorenzo gravo dicha entrega
El lugar en el que ella cometió el mayor error de su vida y ahora resultaba que Bernardo lo había quemado ¿Por qué?
-¿Seguimos? –Oscar la saco de sus pensamientos
-Si –Ella tiro de las riendas de Diablo obligándolo a continuar el camino
Al llegar al lago, como de costumbre Elena desmonto de su caballo y Oscar la imito.
Antes de que ella comenzara a caminar hacia el lago el la tomo por la cintura y la pego a su pecho
-¿Piensas darte un baño? –le hablo al oído
-No –ella levanto la vista y le miro con una sonrisa
-¿Entonces? –frunció el ceño -¿Por qué paraste aquí?
Y Elena se mantuvo en silencio, subió los brazos por el cuello de el y bordeo el cuello de la camisa, bajando con sus manos y desabrochando los botones lentamente.
ESTÁS LEYENDO
La Doña
RomansaEl pequeño Pueblo de Palmer, no era muy grande y menos conocido Nadie podía pensar que alguna persona importante se interesara en el. Pero así sucedió, una mujer, que poco a poco se fue adueñando del pueblo. Los Barquero, los patrones del puebl...