Capítulo 40. Maldiciones y encantamientos secretos.

861 95 49
                                    

Capítulo 40. Maldiciones y encantamientos secretos.

— ¿Y? ¿Qué sucedió después? —pregunta una voz lejana.

Puedo escuchar mis propios latidos mientras la vista se me enfoca. Parpadeo varias veces hasta notar mis manos frente a mí. Me siento extraña, como si no fuese yo misma.

—Anne —la voz insiste, alguien más toma mis manos y levanto la vista. Una muchacha joven de cabello oscuro y piel morena me mira confundida y preocupada—. ¿Estás bien?

—Por supuesto —respondo, mi voz suena extraña y no siento la respuesta como mía.

—Oh, creí que te había perdido otra vez —sonríe y me suelta—. Entonces, ¿qué pasó después?

—Te he dicho que nada —digo con picardía y camino como si estuviese haciendo un vals, la chica me sigue con la mirada—. Bueno... Tal vez nos besamos.

Ella sonríe encantada —Y después dices que ningún muchacho va tras de ti.

Ruedo los ojos. No contengo mi emoción, bueno, la verdad creo que no era mi emoción. No entiendo qué pasa y a la par lo sé todo. Es extraño, debo estar soñando otra vez.

— ¿Cuál es el nombre de tu enamorado?

Sonrío y lanzo un suspiro antes de morder mi lengua.

— ¡Vamos Anne! Dime al menos su nombre —ruega la chica.

—Es un tanto... Peculiar —confieso jugando con mi ropa, niego con la cabeza—. Mejor no te digo, porque te pondrás como loca.

—Por favor —es su turno de rodar los ojos, pone las manos en sus caderas—. ¿Me dirás que su nombre es Satán? —inquiere y hace una típica señal con sus manos, hay cierta burla en sus movimientos.

—No —murmuro y miro por la ventana, al menos era capaz de reconocer esa habitación, se asemejaba a todas las de mi casa. Sólo que esta tenía vista a un antiguo vecindario, muy antiguo a decir verdad—. Su nombre es Hades.

La chica abre los ojos como platos, aunque luego sacude la cabeza y sonríe un poco de lado ocultando su nerviosismo.

—Como el dios griego —comenta—. Pues... Es un nombre peculiar.

—Sí, lo sé —afirmo y me rasco la nuca—. No le digas a nadie, Ginna, mis padres... Ellos no aceptarían nuestra relación.

Ginna frunce el ceño —No entiendo por qué no. Si dices que él es tan importante como tu —alza una ceja—. Es de tu misma clase social, ¿no?

Me muerdo los labios.

—Él es más importante que yo —corrijo—. Y a ellos no les agrada.

—Oh Anne —suspira

La muchacha asiente, me mira con reproche. Escucho el sonido de la puerta abrirse y luego un montón de gritos incomprendibles. Todo a mi alrededor se distorsiona y una vez más aparezco en un lugar que no conozco.

Estoy sentada con las piernas abiertas en medio del bosque, un dolor desgarrador atraviesa mi cuerpo. La garganta me arde por gritar tanto. Tengo las manos incrustadas en la tierra. Parece que estoy a punto de partirme en dos cuando un llanto se suma al mío.

Respiro apenas, dando jadeos a cada momento. Con las manos temblando subo la falda mojada de mi vestido. Noto con horror que estoy ensagrentada. Hay un bebé llorando justo ahí, entre mis piernas. Doy una risa histérica antes de intentar tomarlo.

—Anne —dice alguien con furia contenida, levanto la vista para verlo sonriente. Un hombre se acerca sujetando un arco y flecha—. Hija... Te dije que no debías hacerlo.

Solo soy una Greengrass. (SSG)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora