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Eran cerca  de  las  diez  y estaba  muy  aburrida.  Decidí  poner  la  televisión  un rato para  ver si  hacían algo que  me  entretuviera. Documental,  cocina,  dibujos, noticias...

-”Esta  mañana,  en le  Bar Colonial...”  -decía  el  presentador.

Dejé  esa  cadena  y le  subí  el  volumen.

-”La  policía  ha  encontrado el  cadáver del  dueño de  dicho  establecimiento,  Miguel  Vázquez.  Según nuestras  fuentes, una  bomba  explotó en su despacho  poco después  de  su llegada.  La  policía  ha determinado  que  fue  algo  planeado  contra  él  ya  que  encojtraron restos  de  un teléfono móvil  que  no pertenecía  al  fallecido además  de  que  en  las  cámaras  de  seguridad  han descubierto  que  alguien entró al  local  en la  madrugada. Seguiremos  informando”.

Apagué  el  televisor y decidí  pasar por el  bar para  ver  lo que  había  pasado. Me  vestí  con mi apariencia  de  antes, por si  me  encontraba  con  alguien  que  trabajase  en  el  bar y salí.

La  calle  estaba  llena  de  gente  que  intentaba  averiguar  qué  había  pasado y de  policías.  Me  acerqué  a un policía.

-Disculpe, ¿sabe  algo más  aparte  de  lo que  han  dicho en  las  noticias?  -pregunté  sollozando.

-¿Es  usted familiar del  señor  Vázquez?  -me  preguntó.

-No. fui  camarera  en  el  bar.  Él  era  un hombre  tan bueno. Esto  es  una  locura...  -contesté  soltando un par de  lágrimas.

-No se  preocupe, señorita.  Haremos  todo lo  posible  por encontrar al  culpable. Si  no le  importa, ¿podría  pasarse  por comisaría  para  realizarle  algunas  preguntas  rutinarias?

-Claro. Lo  que  sea  por ayudar  -contesté.

Me alejé  de  allí  cabizbaja.  En cuanto  llegué  a  una  zona  menos  transitada,  pude  volver a  actuar normal.  Esa  mañana, después  del  debate  entre  llamar  o no llamar,  simplemente  cogí  el  móvil  y llamé. Miguel  no tenía  familia,  pero yo  sí  y debía  protegerlos. De  hecho, su muerte  no me  impactó tanto  como esperaba.  Tampoco  ver el  estado  del  local  después  de  lo ocurrido.  En ese  momento pensé  que  tal  vez  T.R.M.  Tuviera  razón  con lo que  me  dijo, que  disfrutaría  con  lo que  me  obligaba  a hacer.

Fui  a  mi  casa. Necesitaba  descansar  un poco. Me  di  un largo  baño con sales  y,  al  salir,  vi  que  la bendita  lucecita  de  mi  móvil  brillaba. Lo  cogí  y era  un mensaje  de  mi  “jefe”.

“Buen trabajo, querida  Nerea.  Sé  que  has  estado allí  después  de  hacer explotar  la  bomba.  Por si  no lo sabes  aún, te  vigilo  constantemente.  A  decir verdad,  me  sorprende  tu actitud. Eres  una  buena actriz.  Avanzas  rápidamente.  Eso me  gusta.  La  siguiente  víctima  puede  que  la  disfrutes. Es  alguien que  conoces  bien y que, de  hecho estoy  seguro, que  te  complacerá  eliminar.  Tampoco  necesitarás  la pistola.  Será...algo  divertido”.

Este  hombre,  porque  supuse  que  era  un hombre, me  estaba  volviendo loca  con sus  dichosos mensajitos.

Por otra  parte,  si  sabía  que  fui  al  bar es  porque  él  también debió  estar allí.  A  mi  también me sorprendió mi  actitud. Nunca  creí  que  podría  ser así  de  hipócrita.  Otra  víctima  más. ¿Cuántas  más habría?  Y, ¿qué  quiso decir  con “algo divertido”?  Es  ese  momento ni  lo sabía  ni  lo quería  saber. Lo único que  me  interesaba  era  saber quién  sería  para  acabar  lo antes  posible  con esa  situación.

Quería  saber más.  El  día  anterior me  dijo que  podría  empezar  a  contestarle  así  que  cogí  el  móvil  y le mandé  un mensaje.

“No me  felicites. Solo hago esto  por mi  familia  y quiero  acabar  cuanto  antes  así  que,  ¿quién es  la siguiente  víctima?”.

Instinto PsicópataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora