Capítulo catorce.

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"¿Por qué mi pecho pesa tanto? Me duele demasiado la cabeza, creo que podría explotar." Pensé en el desesperado intento de abrir los ojos.

No me sentía bien, eso sí era un hecho. Intentar abrir los ojos me dejó adolorido así que renuncié a seguir esa pequeña lucha. No tenía absolutamente nada de control en mi cuerpo y el miedo comenzaba a invadir mi silenciosa mente.

-Son... ackson... ¡Jackson!- podía escuchar la voz de una chica, tenía que ser Mery Ann. Pero sobre sus gritos se escuchaba otra voz.

-Déjame pasar, suéltame ¡He dicho que me sueltes!

"Matthew no discutas." pensé.

-¡Jackson vas a estar bien! Tienes que luchar.- gritó Matthew mientras su voz se hacía menos audible, ¿desde cuando había comenzado a llamarme "Jackson"?

"¿Luchar para qué? Si aquí se está muy cómodo incluso si no puedo ver nada." ¿Qué demonios estaba pensando? No estaba en mis cinco sentidos y eso era más que obvio.

Pero si me quedo quieto, sin pensar, sin preocuparme por nada entonces estaré bien ¿no? Ya no tengo nada que perder y ya no siento dolor.

-¡Aini!- gritó Matthew y su voz me dio escalofríos. La piel me dolía de tan erizada que estaba y sufrí porque todo el dolor que hace un momento ya no sentía volvió amplificado dejándome en agonía.

No tenía idea de que me pasaba, pero no quería seguir sufriendo.

-Joven Tiler no puede estar aquí.- dijo una voz adulta.

Entonces Matthew tocó mi mejilla, se estaba despidiendo, pero ¿por qué me daba miedo ese gesto de su parte?

-Estarás bien, Aini.- dijo y eso fue lo ultimo que escuché antes de que todo se pusiera oscuro.

°°°

-Pero puedes abrir los ojos.- dijo una voz que me resultaba un tanto familiar.

Obedecí las palabras y abrí los ojos lentamente para encontrarme sentado junto a un gran árbol, enfrente de mi estaba un chico de cabello rojo con un traje de mayordomo y un bastón.

-Tú... te conozco.- dije un tanto desconcertado.

-No tanto como yo te conozco a ti.- contestó complacido.

Me estrujé los sesos intentando recordar a tan peculiar acompañante, pero no podía descifrar nada.

-¿Cuál es tu nombre?- dije esperando recordar algo.

-Oh mi nombre no importa es más yo en teoría no importo.

Su respuesta no me había ayudado en nada así que me dejé llevar.

-Este lugar se me hace un tanto familiar.- dije.

El pelirrojo sólo asintió.

-Vamos dime tu nombre y yo te diré el mío.- dije ya desesperado.

-No tienes porque decirme tu nombre si ya sé cual es.- dijo muy seguro.

Eso me desconcertó, pero dude un segundo.

-¿Ah sí? Y según tú ¿cuál es mi nombre?

-Ethan.- dijo con una sonrisa de oreja a oreja.

Su respuesta me provocó una sensación extraña.

-¡Tú eres el chico de la otra vez!- grité. Al fin había recordado al pelirrojo.

-Te tomaste tu tiempo.- dijo.

-Por favor dime tu nombre.

El chico puso los ojos en blanco y se dio la vuelta.

-Vale te lo diré, pero con una condición.

-¿Cuál?- dije.

-Tienes que sacarte del lago.

Giré un poco la cabeza en un acto de confusión.

Él me miró fijo y detrás de su larga capa de terciopelo negro sacó una muñeca de porcelana. Sin pensarlo dos veces la arrojó al lago y con eso provocó que yo me ahogara también, como la ultima vez.

Salté detrás de la muñeca y con desesperación logré sacarla del lago.

-¿Por qué hiciste eso?- dije tosiendo amargamente.

El pelirrojo sólo me observó, a mi y después a la muñeca.

Hice lo mismo, la muñeca era yo, pero se veía diferente a la última vez. Ahora sus heridas bajo el pecho habían desaparecido, como si nunca le hubieran quitado nada. La única cicatriz que quedaba era la que tenía sobre la ceja izquierda.

-Un nombre fijo no tengo, pero algunos me llaman Alastor.- dijo el pelirrojo.

Lo miré con curiosidad.

-¿Quién eres?- dije.

-Aquí vamos con las preguntas otra vez, venga Ethan no puedes escapar de tu destino.

Y desapareció, dejandome con más preguntas que antes.

Definitivamente averiguaría quien era ese tal Alastor.

BOYS (PENDIENTE EDITAR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora