Capítulo cuatro.

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Hacía una semana y no dejaba de llover, llegué a pensar que era culpa del calentamiento global. Pero con toda la lluvia la nieve se fue despidiendo de las calles y la ciudad volvía a su estado normal. Siendo sinceros, no soy un gran fanático de la nieve, ver todo blanco me da ansiedad. Prefiero la ciudad cuando es verde, aunque el cielo esté triste, si puedo ver el pasto o la copa de los arboles soy feliz.

-Anne,- dijo mi madre al otro lado de la puerta,- lo siento, Aini, ya está la cena.

No me importó que mi madre confundiera los nombres, demasiado bien se lo estaba tomando todo, aunque claro se llevó sus años para entenderme o al menos tratar. Era viernes por la tarde y no me apetecía bajar a comer o simplemente moverme.

"Quiero ir a nadar." pensé. Siempre que mi frustración alcanzaba sus límites iba a nadar, es como una especie de ritual para liberar lo negativo de mi vida. Pero esta vez no podía hacer nada.

-¡Aini! Cuando bajes la comida estará fría.- gritó mi madre desde la cocina.

-Ya voy.- contesté. Tenía que comer algo o el estómago iba a dolerme hasta morir. Bajé lentamente al comedor y me senté en una pequeña silla sin respaldo.

-¿Qué te ocurre?- dijo mi madre.

-Nada.

-Eso no parece nada.- dijo señalando mi rostro.

-Te he dicho que no es nada.- repliqué. 

-Y yo te he dicho mil veces que no te hace bien saltarte la comida.

-No es eso mamá.- me encogí de hombros. No quería decirle que me pasaba, era vergonzoso. 

-Estás más pálido de lo normal.

Aquí venía, se abría paso desde mi estómago, pasaba por la garganta y se quedaba en mi boca. Que asco.

-¡Aini! Te llevaré al médico.- mi madre salió corriendo en busca de sus llaves. Yo sólo me quedé quieto vomitando todo el jugo gástrico que podía mientras el vientre me dolía de una forma desquiciada. 

-Mamá estoy bi...

No terminé la frase, me di de bruces contra el suelo.

Estaba en una habitación muy iluminada, no podía abrir los ojos del todo, pero escuché la voz de mi madre por lo que hice un esfuerzo por despertar.

-¿Qué le pasó a mi hijo, doctor?- dijo mi madre.

-Esto lo estaba sofocando.- dijo la otra voz que supuse era del doctor.

-Señora se que no me corresponde decirle que es lo mejor para su familia, pero como médico mi responsabilidad es cuidar de los demás.

-Entiendo,- dijo mi madre,- continúe.

-Las vendas pueden llegar a ser un peligro en algunos casos, para los chicos transexuales existe este riesgo ya que las vendas están diseñadas para sujetar tendones, músculos o huesos rotos, no para ocultar algo que no debería estar ahí.

Al escuchar todo esto me quedé helado. Quería que me tragara la tierra. 

-He visto muchos casos como éste y se lo digo con todo el respeto que usted y su hijo se merecen. Hoy en día existe algo llamado chest binder y su función es comprimir el pecho sin riesgo. Con las vendas los chicos se pueden romper las costillas o deformar su cuerpo. 

No hubo respuesta de mi madre.

-Señora necesita hablar con su hijo.- dijo el doctor y salió de la habitación. Mi madre se acercó a mi y me tomó de la mano. Se aseguró de que estuviera despierto para luego hablarme. 

BOYS (PENDIENTE EDITAR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora