Capítulo treinta y tres.

59 4 3
                                    


Un chico, de rizos dorados, se encontraba junto al enorme ventanal de su habitación. Solo, con la agonía y el temor en la garganta, tomó asiento frente a su obscuro piano y comenzó a tocar.

Dejó que las emociones guiaran sus manos, cerró los ojos y sintió.

Sintió cómo la confusión desbordaba sus pensamientos.

Se aferro al piano, tocando cada tecla tan rápido, como si la muerte lo asechara con propósito maligno, y huyó.

Una pequeña capa de sudor frío comenzó a formarse en su frente, pero al chico no le importó. Quería escapar de todo, sin saber a dónde ir.

Y sintiendo recordó el azul de aquellos ojos, que lo aceptaron sin abnegación.

¿Por qué se encontraba en agonía aquel chico de rizada cabellera?

"Debemos encontrarla." Se escuchó la voz de una mujer en los pensamientos del chico.

"Todo esto es absurdo." Pensó, burlándose de sí mismo y su paranoia.

Y no paró, sus dedos marcaban un rojo carmesí, demostrando que se excedía con tales acciones.

Si sentir lo orillaba a la locura, ¿quería entonces detenerse? ¿estaba huyendo?

¡No!

Continúa, continúa.

Pero el chico dudó, una fracción de segundo, sus ojos esmeralda se entreabrieron y él observó. Un mundo, el lugar en donde le tocó vivir.

Respiró.

Esbozó una sonrisa volviendo a su concentración.

Él estaba viviendo.

¿Qué lo hizo parar?

Nada.

Su secreto era simple, uno de tantos secretos que lo formaban. Él no se detiene, sólo deja de huir.

El chico se levantó de su asiento, tomó las llaves de su auto y salió de casa.

-Te voy a encontrar.- se dijo en voz alta y miró el cielo.

Tomó su celular y esperó. Se propuso un plazo, sólo tenía ese día. No podía demorar mucho más.

-¿Estás segura de esto?- dijo apenas su llamada fue aceptada.

-Yo misma vi los mensajes en su ordenador.- contestó una voz femenina.

-Si estás en lo cierto entonces se acabó.

-¿A qué te refieres con eso?

No hubo respuesta.

-¿Matthew?

-Si Gina está en ese concierto, se acabó, mi paciencia se acabó.- dijo el chico y colgó.

Entró en su auto y, para su propia sorpresa, gritó.

-Si mis sospechas son ciertas y Gina es la chica a quien Ethan rescató en aquel tiempo, entonces yo...

Pero se obligó a callar, no quería seguir pensando. Puso sus manos en el volante y hundió la cara en el mismo.

-¿Qué demonios quiere esa niña de mi?- dijo en un intento de no agonizar más. Si ponía su dolor en palabras, sentía que su carga disminuía un poco. Pero esta vez no fue así.

-Son tantas coincidencias.- siguió hablando para sí mismo.

Se estrujó los sesos aún más, recordando cómo llegó Ethan a su vida, se estremeció.

Matthew no creía en el destino, o eso se obligaba a pensar. Pero si ahora su hermana pequeña también se involucraba, ya no podía pasar las cosas por alto.

Y se sintió estúpido al encontrarse sumido en un drama mental, dando mil vueltas a algo que quizás no tenía explicación, y al no tenerla sólo quedaba una respuesta.

¿Una obra del destino? ¿O simple casualidad?

Enfrió su mente un poco, arregló su cabello y limpió su rostro.

-Puedo hacer esto, puedo hacerlo sin perder la cabeza.- repitió incontables veces en el camino, hasta divisar un bosque, el lugar que sería su primera pista.

Pero Matthew, con la fe cada vez más abajo, no pensó que encontraría tan rápido lo que buscaba.

Como un zombie atravesó una multitud extasiada, sin hacer caso al mantra que había recitado, dejó salir el nombre de una chica que, para su desgracia, estaba al lado de quien más temía.

-¡Gina!

La chica tenía el pánico marcado en el rostro, pero Matthew sólo pudo concentrarse en los ojos azules que lo veían con una expresión que le partía el alma. Curiosidad, miedo y una felicidad incomprendida, todo eso se leía en los ojos de Ethan.

-Te... ten... tengo que irme.- murmuró la chica temblando con una mediana violencia.

Pero Matthew no se lo pondría fácil. Cubrió la corta distancia con paso firme y sujetó a la chica de un brazo.

-¡Suéltame!- chilló.

-¿Por qué huiste de casa?- dijo el rubio.

-¡Suéltame!- repitió la chica.

-¿Sabes lo duro que a sido para Eileen todo esto? ¿Así es como le pagas?

-¿Y tú qué sabes? ¡Nunca estuviste ahí!- las palabras de Gina salían sin anestesia.- Tú arruinaste nuestras vidas, tú alejaste a Thomas, ¡Tú lo mataste!

-¡Cállate!- gritó Matthew, destrozando cada parte de su ser al recibir esas palabras de su pequeña hermana.

-Suéltame.- dijo ella con un tono tranquilo. Y así lo hizo él.

-Escucha Gina, sólo quiero que sepas, que no eres la única que me culpa de eso, yo mismo lo hago.- Matthew miró a su hermana a los ojos, su mirada se cristalizó.-Y no hay día que no me odie, no hay segundo que no extrañe a Thomas. Cada vez que me veo al espejo quiero arrancarme los huesos y traerlo de vuelta, debí ser yo el que muriera esa tarde, debí ser yo el que pagara por mis supuestos pecados, pero ¿sabes Gina? con desear no basta, aún si lo extraño al punto de querer morir todos los días no puedo traerlo de vuelta, mucho menos puedo olvidarle. No quiero dejarlo ir, pero tengo que hacerlo, tenemos que hacerlo.

-No puedo perdonarte.- dijo la chica y se marchó, dejando atrás trozos diminutos de quien alguna vez fue una persona feliz.

Ethan se acercó lentamente al rubio, tanteando el terreno con torpeza.

-¿Matthew?- dijo dolido al observar cómo las lágrimas corrían cuesta abajo por las mejillas de aquel chico, su expresión lo hizo querer llorar con él.

Pero Matthew no iba a contestar.

Y sumergidos en su propia capsula ambos chicos se quedaron abrazados hasta que no hubo una lágrima más que derramar.

-¿Quieres que te lleve a casa?- preguntó Ethan.

-No, por favor disfruta tu noche, no quiero arruinarla aún más.- contestó Matthew.

-No voy a dejarte ir solo.

-Tienes que cuidar a Damien.- dijo el rubio y señaló con la cabeza a un chico que no se había enterado de nada pues estaba muy concentrado en su gran momento.

-Matth, de verdad, quédate conmigo.- dijo seriamente.

-Ethan...

-Quédate conmigo.- dijo Ethan, y esa era una orden. Tomó la mano del chico rubio y lo arrastró a su lado.

-Lo haré.- dijo Matthew con voz casi inaudible.

BOYS (PENDIENTE EDITAR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora