Capítulo cinco.

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-¿Este o el rojo?- le dije a Matthew sosteniendo dos abrigos en alto.

-Quiero el rojo.- dijo.

-Lo sabía.-dije.

-Pero el verde igual es lindo.

-Lo dices porque es el mio.

Me gustaba ver a Matthew sonreír, era de mis pasatiempos favoritos. 

-Hora sombrero significa medio día ¿no?- dijo Matthew con la mirada fija en su teléfono.

-Exacto.- dije.

-Uff lo entendí a la primera. 

-¿O sea que si no hubieras entendido ibas a pasar por mi a otra hora?- dije desconcertado. 

Matthew se puso colorado, levantó la mirada del teléfono, pero no me miró a mi.

-Claro que no,- dijo haciendo pucheros y continuó en voz baja,- te hubiera llamado para preguntar. 

Le dediqué una sonrisa; que lindo podía llegar a ser este chico.

-Y bien ¿cuál es el plan?- dije.

-Te enseñaré poesía.- dijo Matthew con una gran sonrisa.

-¿Era en serio? Creí que era una broma.

-Claro que es en serio.

Suspiré ya que la poesía no se me daba del todo bien, quería salir corriendo y lo hice. Matthew corrió tras de mi y me atrapó en la puerta de la cocina. 

-¿A dónde crees que vas?- dijo y movió las manos simulando ser un depredador. Le seguí el juego al instante.

-Por favor poesía no, todo menos eso.- dije con dramatismo. 

-La poesía es el alimento del alma.

-Pero yo no tengo una.- dije.

-Ya verás como si tienes.

Matthew se lanzó sobre mi y me levantó sin problemas.

Voy a comerte.- dijo.

Solté un pequeño grito.

-¡Eso no suena muy poético!- dije aún en el aire.

-La poesía no lo es todo, Aini.- dijo Matthew.

-¿Qué?- dije a carcajadas.

Matthew me llevó a la sala y me dejó sobre el sofá.

-Quédate quieto,- dijo,- voy a dibujarte.

-Creí que iríamos a algún lugar.

-Está helando afuera, quédate aquí conmigo.

-Asentí y me acomodé en el sofá.

Matthew fue a por sus cosas de dibujo y regresó en un abrir y cerrar de ojos.

-Espera, mira a la izquierda.- dijo.

-Está bien.

-Ahora sujeta tu pierna derecha con ambos brazos.

-¿De esta forma?- dije intentando hacer la pose.

-Mmmm sí.

El tiempo se detuvo, o al menos para mi fue así. Observaba caer la nieve sobre los árboles, cubría todo a su paso y por un momento me sentí parte de ella como un pequeño copo de nieve, frágil, pero indispensable. Cuando perdí la concentración en la nieve un fuerte sentimiento de frustración se apoderó de mi. 

No supe en que momento comencé a llorar, pero ahí estaba Matthew abrazándome.

-¿Qué pasa? ¿Te sientes mal?- dijo.

BOYS (PENDIENTE EDITAR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora