Capítulo 5

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-¡ay por Merlín! ¿Estás bien?- dijo Hermione, corriendo hacia Alia cuando entró en la sala comun de Gryffindor. Caminaba con dificultad debido a su pie herido y difícilmente lograba moverse con el bastón que la Señora Pomfrey le había facilitado. Se quedó mirando unos segundos a Hermione, preguntándose si debía mentir con respecto al suceso o decirle la verdad.
-Estoy perfectamente- afirmó Alia, diciendo una total mentira. El pie le dolía fatal, a pesar de haber sido un golpe, y solo quería dormir.
-Lamaré a los chicos para que te lleven al dormitorio- dijo
-Pero ¿cómo? Ellos no pueden entrar- preguntó Alia.
-Emergencias como estas son excepciones- respondió, moviéndose hacia la entrada del ala de los chicos -¡FRED, GEORGE, NECESITO AYUDA!
-¡YA VAMOS!- respondieron ambos al mismo tiempo, y a continuación, se les vio aparecer por entre los sofás
-Llévenla al dormitorio, por favor- dijo Hermione
Así lo hicieron los dos chicos y la dejaron reposando en su cómoda cama.
Las reflexiones la inundaron aquella noche. Recordaba a Draco llevándola a aquel lugar, recordó como lucían sus ojos con el contraste de la luz y como sus músculos se tensaron bajo su agarre. Finalmente, y recordando cómo lucía su cuerpo junto al río, se inundo en un profundo sueño; olvidando la presión de su pie, olvidando el cansancio, olvidando todo. Olvidando todo, menos aquellos ojos grises que le arrancaron un suspiro antes de cerrar los ojos.
Por otro lado, nadie podía quitar la estúpida sonrisa que se formaba en el rostro de Draco Malfoy. Todos lo habían mirado extrañados desde que cruzó los pasillos hasta que llegó hacia las mazmorras. Su dormitorio desplegaba un agradable aroma a chocolate y contenía una comodidad inexplicable; aquel día, su cama se encontraba más cómoda de lo común y los dulces tenían un mejor sabor que de costumbre.
Se levantó de su lecho y cogiendo una pluma y pergamino, se puso a escribirle a su madre:

    Mamá,
         ¿Cómo estás?, yo me encuentro perfectamente...blah, blah, blah.
         Necesito pedirte un favor demasiado urgente. ¿Podrías enviarme el libro de lomo azul que está dentro del baúl, al final de mi cama? Sería de gran ayuda que me lo enviaras lo antes posible.
      ¡Ah! También una de esas cintas blancas y una caja turquesa de esas que la abuela dejaba tiradas bajo la cama de mi tía. 
     ¡Lo más pronto posible!
              
                         Con cariño,
                                          Draco

Tenía que recompensar de alguna manera a Alia. Después de todo, aquel accidente había sido su culpa y aquel sentimiento le comía el estomago, pero por unos momentos, ese sentimiento se quedaba corto junto a la adrenalina que se formaba en él al recordar los acontecimientos de aquella tarde.
Una voz grave, proveniente desde la puerta lo arranco bruscamente de sus ensueños:
-Draco, me ha dicho Snape que Dumbledore te busca-
-Ya voy- respondió el rubio, aguantando la sonrisa para que el chico no la notara y evitará ser asaltado por preguntas provenientes de este.
No sabía por qué, de camino al despacho del director, los pocos estudiantes que estaban ahí lo observaban con miradas llenas de extrañeza y confusión. No era muy normal que el característico ceño fruncido y el caminar petulante se intercambiaran por una sonrisa y un movimiento de brazos despreocupado. Irradiaba tranquilidad.
Toco tres veces la puerta antes de entrar en el despacho del anciano profesor. Se encontraba solitario aquel lugar. Sin embargo, las luces inundaban la estancia y los cuadros seguían dándole ese característico aspecto de vivacidad que tenía el despacho. Entro sin cautela, si todos lo miraban por actuar extraño, resaltaría más ese carácter y haría que todos notasen del buen humor que estaba aquella tarde.
-Sabía que no tardarías en venir- comentó el profesor, dejándose al descubierto tan repentinamente que causó un ligero sobresalto de parte de Draco.
- Soy muy puntual en lo que concierne a asuntos de suma importancia- respondió Draco, dejando al descubierto su variado vocabulario e impresionando al viejo profesor por la elegancia que ejercían sus palabras.
Frotándose la larga y espesa barba que colgaba de su mentón, continuó:
-¿A qué se debe este repentino buen humor, Draco?-
-No es de su incumbencia, Señor- respondió, comenzando a moverse entre los muebles que encontraba. Pasaba los dedos por la madera, de vez  en cuando echaba un vistazo el profesor, que seguía sus pasos.
-¿tiene nombre aquella causa?- preguntó Dumbledore, decidido a recibir una respuesta, pues se sentó en su característico escritorio y se pasó los delgados y arrugados dedos por la espesa barba.
Draco sintió como su rostro poco a poco se calentaba. Se volteó rápidamente para evitar que el director observará su cara enrojecida.
El director rio, dejando al descubierto lo que le estaba sucediendo a Draco; pero él, lo bastante orgulloso, se enfureció. Giró su cabeza rápidamente, todo rastro de buen humor se había esfumado de su cara.
-¿qué quiere, profesor?-soltó de golpe, lo que causó en Dumbledore una expresión de disgusto y se removió incómodamente en su asiento.
-¿Qué le sucede con la señorita Briand, Señor Malfoy?- Draco, que se había sentado, se incorporó rápidamente y se acercó al escritorio de Dumbledore, furioso.
Por su parte, el director se mantenía tranquilo, cruzado de brazos.
Sabía que había dado en el clavo.
-¿Por qué habría de sucederme algo?-respondió, apretando los puños bajo la madera del escritorio del directorio. Estaban comenzando a hartarle las actitudes y las preguntas de aquel vejestorio.
-No lo sé, Draco, será porque nunca has sido amable con alguien en este colegio, ni nunca habías sonreído de esa manera, ni nunca...-
-¡basta!- replicó Draco golpeando con uno de sus puños la mesa, ocasionando el sobresalto del profesor y el ulular del ave que tenía en una jaula.
-¿Por qué no le aventaste su maleta en el tren, en lugar de cogerla?- preguntó Dumbledore, pasando el peso su rostro a su mano; con la otra, golpeaba ansiosamente la mesa
-¿y a usted que le importa?- respondió Draco con ímpetu y cuyo rostro hervía de rabia. Trataba de controlarse, sin éxito.
-Draco, tranquilo- el profesor se levanto lentamente de su lugar de reposo y dirigiéndose al lugar del chico, continuó:- déjame hablarte sobre un asunto.
Se formó un nudo en el estómago de Draco. Sabía de por sí que aquel "déjame hablarte sobre un asunto" jamás sería bueno, si se trataba de él; por unos segundos, su fingida furia de deformo completamente y accedió.
El profesor poso su mano en el hombro del chico, pero este lo rechazó moviendo bruscamente esa parte de su cuerpo. Ambos se sentaron en unas sillas que Dumbledore había preparado antes de la llegada de Draco.
-Alia Briand- comenzó suspirando el profesor - Alia Briand es una chica demasiado excepcional. La conozco desde pequeña, aunque ella no lo sabe, por supuesto. Sus padres fueron mis alumnos y aquí se conocieron...-
-¿Y de que me sirve esto a mi?-
-Draco, conozco la atracción cuando la veo- dijo el profesor, dejando atrás la cara de estupefacción que el chico tenía, comenzó a acariciarse los dedos.
Draco se había paralizado: ¿Sentir algo por Alia?, la verdad nunca lo había pensado. No se había detenido lo suficiente a pensar en aquella situación; pero ahora podía aclararse la mente por el comportamiento que surgía involuntariamente desde el hacia ella.
- La señorita Briand acarrea un sin fin de problemas, aflicciones y deberes muy fuertes, Draco-el rubio se mostraba pensativo, incapaz de reaccionar- no sería correcto que usted...le hiciera daño...-
-¡¿Por qué todos creen que quiero dañar todo lo que conozco?!- gritó el chico furioso, poniéndose de pie abrió rápidamente la puerta del despacho del profesor, salió y cerró la puerta de golpe.
Pero como era de esperarse, su orgullo no le permitió irse sin más. Volvió a abrir la puerta y vio al profesor sentado tranquilamente donde se había quedado la última vez.
- en ese caso, si me atrajera la "señorita Briand"- dijo, haciendo comillas con los dedos en las últimas palabras- cosa que no es, lo último que haría sería hacerle daño. Créame, Dumbledore, soy un Malfoy, pero no soy tan estúpido-
Cerró la puerta de golpe, nuevamente; furioso, se devolvió a su dormitorio.
Dumbledore había dibujado en su rostro una sonrisa victoriosa, al confirmar sus sospechas.
Había estado observando las peculiares actitudes que Draco tenía sobre Alia. Los habías visto y oído hablar; los había visto en la biblioteca y variadas veces en los pasillos. Era extraño en Draco esas actitudes; seguiría investigando.
Todo va a la perfección, pensó.
Alia se removió incómodamente entre las sábanas que formaban parte de su cama, incapaz de cerrar sus ojos para lograr dormir.
No se puede dormir con tantas ideas en la mente, pensó.
Una cosa inundaba su mente hasta el punto de no dejarla dormir. Le dolía su estómago y la presión que ejercían sus extremidades inferiores no mejoraba en nada su situación. Miro el techo sin saber qué hacer para dormirse.
Pensó en su madre, en su padre, en su tía y en el hijo de su tía. Pensó en Isaac, en Cedric, en Rom, Hermione y Harry. Como por inercia, un rostro llego a su mente, volviendo todos los nombres anteriores borrosos y centrándose solo en aquella persona. Sus ojos grises, su cabello rubio, su boca llena de perlas blancas que formaban una perfecta sonrisa, su piel tan pálida...
¡Basta! ¿Qué estás pensando, eh, tonta?, se preguntó Alia.
Un ulular y un picoteo proveniente de la ventana la hicieron volver tan repentinamente a la realidad. Sin embargo, Alia lo ignoro completamente, se volvió de espaldas a la ventana y apretó los ojos, deseando que aquel picoteo solo haya sido producto de su imaginación.
-Alia, creo que te buscan allá afuera...-dijo Hermione con voz inundada en pereza, oyó como crujía la madera bajo su cama y con un rostro lleno de resignación, se levanto.
En la ventana encontró una extraña visión. Unos ojos amarillos brillaban en la oscuridad de la noche, parecían ser la única luz, aparte de la luna. Alia pudo notar, por el plumaje blanco del ave, que se trataba de Mirt, la lechuza de Draco.
-Nos encontramos otra vez, pequeño- inquirió Alia, abriendo la ventana y extendiendo el dedo acaricio el suave plumaje del ave -¿qué te trae por Gryffindor?-
Y como recordando su misión, Mirt extendió un diminuto paquete que había dejado tras él, y como esperando algo, volvió su mirada a la rubia. Alia se dirigió a un pequeño mueble junto a su cama, tomó una pequeña cajita de terciopelo azul y abrió un paquete de semillas. Se las entregó al ave y tomo la caja que Mirt le había traído. La abrió cuidadosamente, pues traía una cinta como sistema de cerrado y esta era muy linda para dejarse estropear.
Se sentó en su cama; el ave, como apoderándose del dormitorio, se posó en el cómodo respaldo de la cama de Alia, expectante a los movimientos que la chica ejecutaba. Ignorando al ave, Alia observó los pequeños chocolates que habían en la cajita. Saco también un papel en el fondo del paquete; olía a Draco y su peculiar perfume a chocolates.

Alia,
No sabes cuánto siento lo de tu pierna, de verdad. Me siento completamente culpable de aquel suceso y por esta razón he decidido compensarte por eso.
Como conozco a todas las chicas, sé que la mayor recompensa será verme a mí; el maravilloso Draco Malfoy.
Te iré a buscar a las doce y media. Te esperaré afuera de los dormitorios de Gryffindor.
Draco

Pd: te envié unos chocolates. Cada vez que te duela la herida, come uno. Te hará sentir mejor.

Un sentimiento de pura ternura inundó el pequeño organismo de Alia; pero aquel sentimiento le duró muy poco, pues Hermione se había levantado y cruzando la corta distancia que separaba su cama de la de Alia, comenzó a hablar:
-¿Admirador secreto, eh?- preguntó Hermione, arrebatándole la nota a Alia.
Su sonrisa socarrona se transformó a medida que bajaba sus ojos y terminaba de leer. Su mirada de horror lo dijo tono.
-¡¿QUÉ?!- gritó. Alia, como por inercia, le cubrió la boca con las manos, evitando que le reprochara algo.
-Hermione, tranquila, todo esto tiene una explicación-trato de calmarla, pero era en vano.
Hermione comenzó a moverse alrededor de la habitación de un lado a otro, agitando los brazos y abriendo la boca de vez en cuando, hasta que se detuvo; se sentó nuevamente en la cama de Alia.
- Mira, te contaré unas cuantas verdades sobre ese chico. Te he visto peligrosamente cerca de él. Alia, escúchame, ¿cómo nadie te dijo que no te acercaras a él?-
-Eres prejuiciosa, Hermione, es muy amable a decir verdad-
-¿estamos hablando de la misma persona? Mira, Alia, te contaré unas cuantas verdades sobre él. Te darás cuenta tú sola que es una horrible persona, ya veras-
Alia se removió en su cama, acomodo su pie por entre las sábanas y se acercó a Mirt, que seguía allí luchando por abrir una semilla. Acarició su plumaje y se preparó para oír la cascada de mentiras que Hermione le diría.

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Otro aquí y ya van 5.
Perdonen el tiempo de desaparecida que llevo. Los exámenes finales me tienen muy nerviosa, y por eso no he escrito mucho.
Gracias por el apoyo, de verdad.

Lily.

Save him [Draco Malfoy]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora