Capítulo 4 -Parte 1

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Al día siguiente, Draco se levantó con el mejor humor que había tenido en años. No por las cartas ni mucho menos, pero era la primera vez que dormía toda la noche y sin interrupciones. Solía sobresaltarse en medio de la noche, con un sudor frío recorriéndole la espalda y el cabello revuelto, pero esa noche no había sido así.

Supo, entonces, que la causa había sido esa chica, y por primera vez se encontró en terreno desconocido.

¿Por qué creía que había sido ella? No lo sabía y no tenía la más remota idea de cual sería la respuesta a semejante pregunta, pero la descubriría. No sabía por qué, pero mientras se encontraba sobre el sofá de Slytherin y comiendo un chocolate de los dulces que su madre le había enviado, surgieron unas incontenibles ganas de descifrar a esa chica.

No sabía por qué se había indignado tanto al rebelarle su punto de vista, ¿tan importante era el amor para ella?. En los años que había residido allí, jamás oyó ni siquiera a un Hufflepuff tan atraído por semejante cosa.

Pero si el amor es tan insignificante, ¿como puede interesarle tanto?, pensaba mientra engullía lentamente su chocolate, distraído. Llegó un momento en el que basicamente llegó a morder su dedo por lo distraído que estaba. Así que decidió bajar al Gran Comedor y mirar a los idiotas que firmaban su acta de muerte con el cáliz de fuego.

Lo hubiera ganado, pensó, si tan solo ese viejo roñoso habría permitido entrar a los menores.

Al cruzar la puerta su mirada viejó inmediatamente a la larga mesa de madera de Gryffindor, donde Alia se encontraba comiendo una tostada y un libro reposaba a su lado, en los días que la había conocido, nunca la encontraba sin un puñetero libro sobre sus manos. Advirtió que no se encontraba sola, pero ni Potter, ni Granger, ni Weasley estaban con ella; y cuando distinguió los rizos de Cedric su semblante brillante decayó ligeramente.

Veía con envidia como intercambiaban sonrisas, y como Cedric, al hacer bobadas, le arrancaba unas sonoras carcajadas que podrían oírse desde el vestíbulo. Draco sintió como lentamente subía la temperatura de su rosto y sin darse cuenta, sus pies comenzaron a moverse en dirección a la mesa de Gryffindor.

-Cedric, quítate esos palitos de la nariz- dijo Alia, cubriéndose la boca con las manos, aguantando la risa y comenzando a sentir el dolor en el estómago tan característico luego de haber pasado más de cinco minutos con Cedric.

- Y qué dices, ¿le habló a Cho o no?- dijo, con dificultad, pronunciando las "c" y "s" con "z" y salpicando restos de tostadas por todo el rostro de Alia. Ella puso cara de asco y cogió una pequeña servilleta.

-Hablale...cuando seas más normal y menos repulsivo y rídiculo, podrías comenzar a considerarlo- dijo Alia, riéndose por como el rostro de Cedric se iba deformando cada vez más, hasta formar una mueca.

Miró, a continuación en la mesa de Slytherin el asiento vacío de Draco. ¿Dónde había ido? Hace unos segundos estaba sentado ahí, con su cara de bobo comiendo un pequeño chocolate. Ahora, solo el envoltorio estaba tirado en la mesa, sin señales de él.

-¿se te ofrece algo?-mientras Alia se había quedado observando desinteresadamente aquella mesa, en la cual abundaba el aire de superioridad, Cedric había soltado esas palabras de la forma más ruda que oyó nunca.

Ella comenzó a removerse incómodamente en la silla, sin darse cuenta de quién había recibido tan descortés recibimiento. Sentía una suave brisa recorrer su rostro, congelando su nariz y provocando un leve dolor en sus fosas nasales cada vez que respiraba.

-¿verdad, Alia?- preguntó Cedric, quien mantenía la conversación con el extraño que se había unido minutos antes. Giró la vista hacia el chico de rizos; observó aquel ceño fruncido y los labios fuertemente apretados formando una pequeña línea rosada pasando por el inferior de su rostro. Con aquella expresión, se daba a conocer lo enfurecido que estaba.

Save him [Draco Malfoy]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora