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No sé cuándo me quedé dormido. Digo 'cuándo' porque pasé el día anterior despierto hasta llegar a casa por la noche, leí las cartas... permanecí despierto hasta el día siguiente. Mediodía y no había tomado ni agua. Por la tarde Leeteuk seguía insistiendo, por la noche Ryeowook se movía en la cocina y Kangin arremetía duramente contra Yesung por continuar callado. Y continuaba callado.

De repente me escuchaban sollozar y maldecir otra vez. Arrojar una lámpara a la pared y todos se guardaban silencio. Alguien se acercaba de puntas a mi puerta esperando escuchar algo más, cuando veía la sombra a través de la rendija daba un puñetazo a esta para ahuyentar a quien fuera que estuviera espiando. Eran las 4 de la mañana ya de otro día. Pollyana en mi pecho al fin, creo que me dormí.

Seguro me escucharon roncar y alguien muy listo logró abrir la puerta porque al día siguiente, a eso de las 2 de la tarde apenas podía abrir los ojos. Estaba cansado, como apaleado. Sudado. Babeado. Hinchado.

El cuarto estaba oscuro, solo escuchaba que respiraban cerca. Cada ventana bien cubierta, solo sabía la hora porque eso marcaba el reloj de mesa.

La pieza estaba un poco más arreglada de como la había dejado. Las cartas apiladas en la caja... vi las cartas apiladas dentro de la caja.

- ¡¿Quién fue?! ¡¿Quién hizo esto?! –salté de la cama para no sé exactamente qué, tropecé debido a la precipitación que sufrió mi cuerpo al levantarme repentinamente, me incorporé, fui a ellas y solo las revolví. Yesung corrió a mí y me tomó por los hombros, solo quería evitar que me lastimara en la oscuridad pero yo peleé con él y tuvo que sujetarme totalmente; Dongwha se acachó para alejar la caja y no lo hubiera intentado. -¡Quítale tus manos de encima!

- ¡Cálmate! –gritó Leeteuk. Donghwa me escuchó y no las tocó. -¡Solo es una caja!

- ¡¿quién las puso dentro?! ¡¿Fuiste tú?! –le grité.

- ¡No! – respondió Yesung todavía sujetándome. -¡Fui yo!

- ¡Yesung, hijo de...! -Donghwa me abofeteó, perdí el equilibrio y caí en cuclillas sobre el piso pulido.

- ¡Te han pedido que te clames! –dijo con la voz firme pero sin gritar.

El silencio se hizo nuevamente el invitado de honor.

Yesung me soltó. Yo me tocaba la mejilla donde mi hermano había puesto su mano dura.

No dije nada. No los miré pero sabía que me miraban: Leeteuk, Kangin, Henry y Ryeowook, además de Yesung y mi hermano.

Ninguno sabía con exactitud lo que me había pasado o por qué estaba de esa manera, mostrando lo peor de mí. Hablándoles como nunca antes, gritando y pataleando para que Yesung me soltara. Defendiendo una caja llena de papeles y durmiendo con un libro para niños como almohada.

- Hyung... ¿qué te sucedió? –preguntó Ryeowook tímidamente encendiendo la luz.

- Salgan de aquí. –pedí.

- No las toqué... -dijo Yesung antes de dejar la habitación. Y el departamento.

- ¡Salgan de aquí! –exclamé una vez más.

- ¡Qué importa si las tocó o no!¡Tendrás que hablarlo en algún momento, no puedes evitarlo para siempre! –advirtió Leeteuk.

Me senté a la orilla de la cama mirando la caja. Mi hermano permanecía a un par de metros mirándome; Leeteuk tampoco se movía. Nadie más se movió. Henry, pero él siempre se estaba moviendo. Estaba nervioso, igual que el resto.

637 cartas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora