CAPÍTULO 1.

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Camino lentamente, examinando el recinto. Faltan cinco minutos para que empiecen las clases, así que decido acudir al edificio correspondiente a la primera de ellas. Mientras me dirijo hacia el lugar, saco de mi mochila un papelito donde apunté el horario ayer.

Primera clase... Matemáticas.

"Pues empezamos bien el día" pienso mientras dejo el papel de nuevo en mi mochila. Cuando llego al pasillo del edificio no hay nadie aún, así que decido entrar sola. Puerta cerrada. Opto por sentarme en las escaleras que conducen a las clases de bachillerato hasta que suene la campana.

Admito que estaba nerviosa, dado que era el primer día, en un instituto totalmente nuevo, con nadie que conozca, salvo a una chica que es mi vecina. Creo. El ambiente estaba calmado (obviamente, estaba sola), aunque de vez en cuando crujía alguna puerta que otra, agregando una sensación de pánico a mi cuerpo. Las clases parecían espaciosas desde fuera, aunque un tanto anticuadas. La puerta de la clase de enfrente estaba ligeramente torcida, probablemente por algún chaval desquiciado, y me di cuenta de que olía ligeramente a barniz.

Tras unos largos y pesados minutos sonó el timbre. Empezó a venir la gente. Todos se situaban delante de sus clases, a la espera de que el profesor les abriera. Me levanté cuando vi venir a una mujer, que supuse que sería la profesora de biología, por los libros que llevaba en su mano. (¿qué haría con ellos sino?). Noté que alguien me empujó por la espalda, haciéndome perder el equilibrio. Di unos pasos en falso hacia la derecha pero me recompuse con rapidez.

-Perdona. -Dijo una voz femenina.- ¿Estás bien?

Yo asentí con la cabeza. Aprecié que esa era mi supuesta vecina cuando levanté la vista, y digo "supuesta" porque no estaba segura de si me sonaba su cara de verla por el barrio. Vestía una camiseta roja y unos jeans, dejando caer la melena rubia en sus hombros.

-Disculpa eh -dijo sonriendo, y dio media vuelta hacia la clase. Yo me levanté y la seguí, con cuidado de no volver a tropezar con nadie.

La profesora abrió la puerta de 4°A, dejándonos pasar a todos los alumnos. Cuando entré la mayoría de asientos habían sido ocupados, por lo que me senté al fondo, sola. O eso pensaba.

Me descolgué la mochila de la espalda y la coloqué a mi lado, mientras sacaba el estuche y una libreta. Cuando coloqué todo en la mesa se acercó una chica, diría que un poco más alta que yo. Llevaba el pelo negro suelto, creando unas ondas perfectas que combinaban con sus ojos. Espera... ¿son verdes?.

-¿Puedo sentarme contigo? -Preguntó, un tanto tímida. Llevaba unos jeans ajustados y una camisa de cuadros grises, y un collar con una cruz en el cuello.-

Asentí y ella se sentó en la silla de al lado. Su olor a perfume inundó mis pulmones durante unos segundos. Ella sacó un estuche negro y una libreta gris, que tenía la portada llena de dibujos. Los observé mientras ella buscaba algo en su estuche.

-Dibujas muy bien. -le dije con una sonrisa.-

Ella sonrió de vuelta.

-¿Cómo te llamas?

¿Cómo me llamo?, mierda, se me ha olvidado. ¿Cómo se me puede olvidar eso?.  Ah, sí, ya me acuerdo.

-Camila -dije tras unos segundos.-

-Encantada -rió-. Yo soy Lauren -Dijo sin borrar la sonrisa de su cara-.



Lo que yo no sabía, es lo que esta chica iba a causar en mi vida.

Hasta que la última Rosa muera. (CAMREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora