CAPÍTULO 16.

810 62 1
                                    

El lobo levantó la cabeza, y me miró a los ojos. Aquellos eran los mismos ojos que había visto cuando Lauren se transformó. Eran verdes, y tan brillantes que le delataban en la oscuridad. No me lo pensé dos veces, me levanté y abracé al animal.

Estuve abrazada de su cuello unos minutos. No pude aguantar las ganas de llorar, porque la había encontrado. Y me acababa de salvar la vida. No pareció importarle, porque no se separó hasta que lo hice yo.

Me siento en la nieve helada, a su lado. Nos quedamos mirando cómo la luna iba desapareciendo en el horizonte, y cómo aparecían los primeros rayos de sol. Apoyé la cabeza en su pecho, quedándome dormida.


Pero no duró mucho. Sentí que el lobo tenía espasmos, y abrí los ojos lo más rápido que pude. Estaba agotada y no distinguía muy bien el paisaje, pero aún asi me giré, apoyando una mano en la nieve para no caerme.

Vi que se retorcía en el suelo, al parecer de dolor. Aunque eso ya lo confirmaron sus débiles gimoteos. Me levanté como pude para intentar ayudarle, pero éste se intentó levantar. Cayó al suelo.

Volvió a intentarlo, y sólo consiguió desplazarse unos centímetros. Puse una mano en su lomo, y el lobo chilló de dolor. Retrocedí mordiéndome el labio inferior, asustada.

Me arrodillé a su lado de nuevo y le acaricié la cabeza muy suavemente.

-¿Qué te ocurre Lauren?. -le susurré preocupada.-

El gran can giró y se levantó, con las patas temblorosas. Me llevé una mano al abrigo y lo apreté con fuerza, rezando para que no pasara nada malo.

Entonces, el pelaje fue desapareciendo. Las garras se convirtieron en uñas cortas, y las patas en piernas y brazos. La cola también se esfumó, y las orejas recobraron su froma original. Unos segundos después, tenía una Lauren inconsciente en la nieve. Y también me di cuenta de que no tenía ropa.

Me ardían las mejillas y estaba temblando. Entonces reaccioné; llevaba unas prendas en la mochila. Me la descolgué de los hombros y extraje un un vaquero y un jersey. "¿Debería darle mi ropa interior?". "Bueno, mejor se queda en la mochila". Me río de mis pensamientos y procedo a ponerle la ropa, eso sí, temblando.

Cuando ya no está desnuda intento cargar con ella para que no esté en medio del claro. Pero no puedo, pesa más que yo, y digamos que no voy al gimnasio. Opto por tirar de ella, que parece funcionar.

La llevo unos metros más lejos, junto a un Álamo mediano. Una de sus frondosas ramas cae hasta el suelo. Me fijo, y parece partida. Sigo arrastrándola hasta apoyarla en el árbol, y no dudo en sentarme a su lado.

Apoya su cabeza en mi hombro, aún inconsciente, y siento algo extraño en el estómago. Es una sensación agradable, y más estando ella conmigo.

El sueño que tenía ha desaparecido, y ahora estoy muy despierta. Acaricio su pelo con una sonrisa, y la abrazo. Aunque ella no pueda abrazarme, no me importa. La ropa parece quedarle un poco estrecha, pero es lo que hay. "A ver cómo le explico todo luego."

Vuelvo a dejar que apoye la cabeza en mi hombro, y espero a que despierte.




Hasta que la última Rosa muera. (CAMREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora