CAPÍTULO 3.

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Pasé toda la clase de educación física con Dinah y Lauren. El profesor llegó diez minutos tarde, y cuando llegó, lo hizo para irse a su despacho y mandar a toda la clase a correr. Me parecía un plan perfecto. Mejor que ver películas en Netflix. De verdad, ¿quién quiere ver el nuevo capítulo de su serie favorita cuando puede estar haciendo esto?.

Debíamos de llevar unos siete minutos dando vueltas a la pista de fútbol cuando Lauren me empuja mientras corro. Tropiezo con mi propio pie, pero consigo mantener el equilibrio y seguir el ritmo de ella. Se gira y me saca la lengua, juguetona. Yo también se jugar.

-Que te den. -ella ríe y vuelve a golpearme el hombro, esta vez mas suave.

Apenas la conocía, de hecho, acababa de hacerlo, pero algo dentro de mí hacia que me sintiera como siempre hubiésemos estado juntas. No sé, era una sensación extraña. Pasan otros cinco minutos y aquí seguimos, dando vueltas como los tontos. De vez en cuando miro la puerta del gimnasio con la esperanza de que salga el profesor y detenga esta tortura. Pero no lo hace. Le doy un golpecito a lauren con el hombro, como ella ha hecho antes, y le digo que vayamos andando. Ella me asiente y sucesivamente aparece Dinah, que en vez de adelantarnos se queda con nosotras.

-Me han dicho que hace frío. -Dice mientras se pasa una mano por la frente.

-Estamos a cinco grados, Dinah.

-Anda, ¿no me digas? -me lanzó una mirada suspicaz. Después sonrió y añadió- es broma, esta sudadera es demasiado fina.

-¿Por qué no entramos en el gimnasio?, allí hace más calorcito.

-No creo que sea buena idea, Camila -responde, mientras se recoge el pelo rubio en una coleta alta-. El profesor puede vernos en cualquier momento.

Diez minutos más. Aquí no aparece nadie, así que nosotras seguimos andando. Faltan poco para que suene el timbre que marque la siguiente clase, así que le pido a Lauren que me acompañe a los aseos, para cambiarme. No me gustaba la idea de tener la ropa sucia.

Entramos y me voy a una de las duchas, que tienen una puerta corredera y la cierro, para que nadie me vea. Cojo mi bolsa con la ropa limpia y el desodorante, y procedo a cambiarme. Dudo de que la ojiverde siga aquí conmigo, porque lo único que oigo es silencio.

-¿Lauren?

Espero unos segundos su respuesta.

-Dime.

-¿Estás ahí?

-No. -reímos.-

Con cuidado, me quito la camiseta sucia y la dejo dentro de mi mochila, en un bolsito. Saco la camiseta limpia e introduzco mis brazos y mi cabeza por ella hasta colocarla bien. En ese instante, noto una presencia detrás de mí. Me giro lentamente para comprobar si había alguien dentro de la ducha. Lauren.

Sus ojos miraban los míos en un absoluto silencio. He de decir que resultaba cómodo, no al revés. Sentía el calor que desprendía a centímetros de mi piel. Entonces, se acercó a mí lentamente, sin dejar de mirar mis pupilas.

-¿Qué hac...? -No pude terminar de decir la frase, porque Lauren ya me estaba besando.-

Hasta que la última Rosa muera. (CAMREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora