CAPÍTULO 5.

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Pasé casi toda la clase sin hablar con Lauren, y aunque lo intentaba, simplemente me ignoraba. No me tiraba papelitos. No me miraba.

Supuse que sería normal después de lo de las duchas, pero no podía dejar que pasara de mi.

Dejo de prestarle atención al profesor de lengua mientras explica y me giro para mirar a Lauren, pero sólo consigo ver su pelo negro tapándole la cara. Le doy un empujoncito con el brazo. Nada.

-¿Estás enfadada? -le susurro.-

-¿Por qué debería estarlo? -me dice, sin apartar la mirada de su agenda.-

Me callo unos segundos, esperando que me mire. Pero no, no lo hace. Parece demasiado ocupada mirando la misma página durante quince minutos. Suspiro y apoyo la espalda en la silla, frustrada.

¿Cuánto queda?. Miro mi reloj de muñeca que me compré hace unos días. Diez minutos. Vuelvo a sentarme bien y dirijo la mirada al profesor durante el tiempo restante. No le estaba escuchando, y creo que tampoco le estaba viendo. Simplemente estaba ahí, mientras yo revivía el momento en el que Lauren entró en la ducha. Intento apartar ese pensamiento, pero no puedo. ¿Por qué lo había hecho?, es decir, no me conoce. Y yo tampoco a ella. ¿Qué está pasando?. ¿Será que...?

-Oye -la voz de Lauren me devuelve a la realidad.- Perdón por lo de antes.

Me giro y veo que tiene los ojos llenos de lágrimas. No comprendo nada, así que me acerco a ella y apoyo mi mano en su espalda. Oigo como solloza levemente, y le acaricio la espalda para calmarla. También oigo murmullos (de toda la clase, probablemente), pero no me importa.

-¿Por qué lloras?

Y de nuevo, no contesta. Se separa un poco de mi y me mira a los ojos. Creo que me he perdido en un mar verde. Ayuda.

-Yo... No lo sé -sonríe lentamente mientras una lágrima recorre su mejilla.-

-Hey, todo está bien -susurro y ella me mira como la primera vez, profunda e intensamente. Siento mi corazón palpitar con fuerzas y mis manos temblar, pero milagrosamente mantengo la compostura.

Aparta la mirada para arrancar otra de las hojas de su libreta, intentando no llamar la atención del profesor (que ya la había llamado llorando). En una esquina escribe algo con bolígrafo azul, pero no logro ver qué es. Arranca el trocito que ha escrito y me lo entrega. Es un número de teléfono.

-Por si te apetece hablar luego. -me sonríe mientras se seca las lágrimas.

Hasta que la última Rosa muera. (CAMREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora