CAPÍTULO 14.

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La fría brisa de invierno acariciaba las hojas de los Álamos, envolviendo el bosque en una suave danza. Los copos de nieve caía con delicadeza sobre el suelo, y se colaban en mi abrigo, dejándome escapar escalofríos de vez en cuando.

Con cada paso me hundía un poco más en la nieve, congelando mis pies a pesar de las botas. La luna llena iluminaba levemente el paisaje, por lo que podía avanzar con cuidado. Tenía frío, miedo y ansiedad. No quería perderme en mitad del bosque a media noche.

Saqué el móvil del bolsillo trasero de los vaqueros para comprobar la cobertura. Como lo sospechaba, era nula. "Esto es de locos" me decía a mí misma. Nada más llegar se me estaba agotando el agua, porque sentía una tremenda sed de los nervios, aunque de comida iba bien.

Shawn no me interrogó más, pero juraría que quería saberlo todo. Obviamente, yo también. Supongo que no es de lo más normal encontrarse a una compañera de clase a medianoche en busca de un autobús, y menos para ir al bosque sola. Aunque encontrárselo a él tampoco era corriente. Pero claro, ésto él no lo sabía. Tampoco pensaba contarle nada, así que mejor.

Froto mis manos, en busca de algo de calor, mientras miro las estrellas, que esta noche parecen brillar como nunca antes. Dejo escapar un suspiro, que rápidamente se convierte en vaho y desaparece en el aire.

Vuelvo a dejar el móvil en el bolsillo y me siento junto a un gran árbol oscuro. (No sabría decir el color, apenas se distinguía). Estaba agotada, por lo que, casi sin querer, me quedé dormida.

Unos minutos más tarde escucho el ruido de algo escondiéndose en la hierba. Abro los ojos rápidamente y me apoyo aún más en el árbol, haciéndome un ovillo. "Tranquila, sólo será un conejo". Intento tranquilizarme, que parece no funcionar.

Tengo la mirada fija en el matorral, y entonces veo una pequeña figura salir de él. No era un conejo. Bueno, casi. Era una liebre.

Suspiro aliviada y vuelvo a apoyar la cabeza en el Álamo. Me parece escuchar el curso de un río, lo que me hace levantarme, colocarme la mochila en los hombros y seguir el sonido.

A unos metros hay un claro, que deja ver la luna llena en todo su esplendor. Me acerco para contemplarla, pero giro rápidamente porque he vuelto a escuchar agua.

Así es, a la derecha hay un riachuelo. Sonrío y hago un gesto de satisfacción.

-Igual sí que sobreviviría.

Saco la botella de plástico para llenarla de agua, cuando escucho aullidos a lo lejos. "¡Bingo!". Sonrío aún más y termino de llenarla rápidamente. La guardo en la mochila y me levanto para volver, pero me agacho al instante, porque distingo algo beber del riachuelo, a menos de veinte metros.

Gracias a la leve iluminación consigo distinguir la figura, y aguardo en silencio, observándola.

Es un lobo gris.

Y él parece haberme visto también, porque ha parado de beber y me está mirando a los ojos.

Hasta que la última Rosa muera. (CAMREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora