CAPÍTULO 15.

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Lleva un rato mirándome, analizando cada movimiento que hago con sus ojos ámbar brillando con la luna. Permanezco agachada, muerta de miedo. Él (o ella, no lo sabía.) está de pie, con las orejas apuntando hacia mí, como si fuera su presa. El pulso se me acelera cuando da un paso delante y echa la cabeza hacia atrás, aullando fuertemente.

Me quedo callada, porque si me muevo o hablo, vendrá a por mí. Y si no me muevo, puede que se vaya, o puede que no. Otro aullido próximo me saca de mis pensamientos, y me doy cuenta de que no ha sido de el lobo gris que tengo enfrente, sino que venía de atrás.

Giro la cabeza despacio, logrando ver cómo unas sombras se acercan por detrás. Trago saliva. El corazón se me sale del pecho; estoy rodeada, atrapada, acorralada. Mierda Camila, mierda.

Unos segundos después aparecen más lobos por los laterales, que me miran atentamente, como yo lo haría con un trozo de pizza recién hecha.

Tengo que pensar en cómo salir con vida. Pero eso ya parece imposible, así que saco el móvil muy, muy despacio para comprobar la cobertura y así poder pedir ayuda. Mal hecho.

El lobo gris se acerca rápidamente a mí, gruñendo y enseñándome sus afilados colmillos. Doy un paso atrás, pero entonces gruñen los lobos que me rodean. Se van acercando más. Yo, con el móvil en la mano, no se me ocurre otra cosa que... Huir.

Corro como no he corrido nunca antes, aún con la nieve de por medio. Se me va el cansancio y sólo pienso en vías de escape. Pero ellos son más rápidos. Me alcanzarán, tarde o temprano, y ya oigo sus gruñidos a pocos metros de distancia.

La adredalina del momento se apodera de mí, dándome fuerzas para continuar esprintando.

Los lobos están a punto de alcanzarme. Evito chocarme con ningún árbol mientras huyo, cosa que al principio parecía imposible.

Llego a un riachuelo, pero justo tropiezo con una roca clavada en el suelo, y caigo en el riachuelo. Estoy entera empapada de agua fría junto con mi móvil, y los lobos están justo detrás de mí. "Estoy muerta".

Intento levantarme como puedo, y hago ademán de seguir corriendo, pero caigo en la hierba nevada, agotada. Ya oigo sus aullidos a menos de tres metros. "No deberías de haber venido al bosque, Camila".

Me apoyo en un codo, esperando a que vengan a devorarme. Ya no tengo salida.

Pero de pronto ellos frenan en seco, antes de cruzar el riachuelo. Echan las orejas hacia atrás y enseñan los dientes, rabiosos. No sé qué está pasando, pero ellos tienen la vista fija en el frente. Me giro un poco al ver que están mirando detrás de mí.

Y entonces veo un gran lobo negro de ojos esmeralda, que se sitúa delante de mí y reta a los lobos de atrás, gruñendo y avanzando un poco. El lobo negro es el triple de grande que ellos, y está furioso. Pero no conmigo, sino con los lobos. Parece querer protegerme, y no se lo niego.

Aún con el corazón en la boca sigo mirándolo, sin importar la amenaza. Le brilla el pelaje con la luz de la luna. "Es precioso" pienso. Entonces algo en mi cabeza hace click. Lauren.

Ladeo un poco la cabeza para mirar a los lobos, pero ya no están. Supongo que habrán huido.

El lobo negro parece calmarse, y me mira a los ojos. Se acerca un poco, al parecer para comprobar que estoy bien, y se tumba a mi lado.

-¿Eres tú, Lauren? -Le susurro, con un hilo de voz.-


Hasta que la última Rosa muera. (CAMREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora