Cómo pasa el tiempo.

49 5 4
                                    




Disclaimer: Los personajes pertenecen a sus respectivos autores, con excepción de aquellos que he tenido que añadir para darle forma a esta historia.
_______________________________________________________________________________

Una vez que todos estuvieron dentro de la habitación, Salvo cerró la puerta tras de sí al ser el último en ingresar.

-Zarina, como bien recordarás, nuestros trabajos en conjunto con el polvillo azul dieron diversos frutos mientras experimentábamos- comenzó James volteando a mirarla.
Se escuchó un tintineo y el capitán prosiguió.
-Quiero por lo pronto dos cosas, primero que ayudes a Salvo y Leandro a multiplicar el último barril que nos sobra de polvillo, necesito el suficiente para realizar varias visitas en esta ocasión, y por suficiente me refiero a varios barriles grandes, por si incursionamos en Tierra Firme en ocasiones futuras- el hada asintió con la cabeza- y después quiero que durante el recorrido te presentes ante nosotros con tu polvillo de transformación, transformante...o como sea que lo hayas nombrado al final.

La pequeña hada tintineó cerca de él.
-La razón es que es más fácil poder atender varias almas a la vez en lugar de sólo una como suelen hacer las hadas. Como humana podremos hablar contigo decentemente sin necesidad de que repitas lo que dices.
-¿Humana?- dijo Annie enseguida -¿Eres capaz de convertirte en humana?
Zarina tintineó alrededor de James energéticamente, parecía molesta.
-No seas ridícula, tarde o temprano tendrías que contárselo...a tu querida niña perdida.
Annie se acercó a Zarina ignorando las palabras del hombre.
-Zarina... ¿De verdad puedes hacer eso?
Zarina tintineó.
-Vamos querida, muéstranos- dijo James.

Zarina tomo de su bolso un diminuto pedazo de hoja que envolvía un polvillo que brillaba con colores violetas y morados. Tomo un poco de ese polvo y cerro de nuevo la hoja guardándola. Roció el polvo sobre ella y en un instante su tamaño igualó al de la castaña.
Annie y Leandro quedaron maravillados con lo que veían. Ahora y con más detalle podían observar al hada, quien ya no tenía sus alas pues habían desaparecido.
Podían observar con facilidad su cabello castaño sujeto en un moño alto, sus pantalones cafés a juego con su chaleco que cubría un camisón amarillo. Y un par de botas también a juego cafés como su atuendo.
-Zarina...es increíble- dijo Annie sin dar crédito a lo que observaba, era la pequeña hada que la había llevado a nunca jamás, pero sin alas y de su tamaño.
-Vaya- dijo simplemente Leandro mirando a Zarina como si fuera un sueño. La portadora del polvillo se sonrojo al verse centro de atención.
-...hola- dijo simplemente mirando a la mujer de ojos cafés.
Annie extendió una mano para tocar a Zarina y esta le correspondió el gesto extendiendo la propia para tomarse de las manos. Al tocarse ambas sintieron una sensación de conexión increíble.
Era como si estando así juntas, fueran invencibles.

-Sí, sí, si...que conmovedor- dijo Salvo quien recargado en la puerta observaba la escena provocando que las castañas se soltaran de las manos- ahora concédenos el favor de obedecer las órdenes del capitán.
Zarina miro con el ceño fruncido al hombre y cerro los puños.
-Cuando gustes Salvo- le dijo el hada
James observaba atento la escena, mientras Leandro se movilizaba con algo de esfuerzo al no poder dejar de mirar a Zarina.
-¿Ustedes se conocen también?- pregunto Annie cuando Leandro había abandonado la habitación.
-Digamos que Zarina conoce perfectamente a la tripulación casi por completo- dijo James desde su posición.
-Cuando fui su capitán les conocí como la palma de mi mano, se de sus defectos y virtudes- dijo Zarina con voz tranquila, sin embargo sus ojos llameaban al mirar a James. Aún se percibía esa tensión entre ellos.

En ese momento Leandro regreso junto con Truman a la habitación. Cada uno traía consigo un barril grande de madera.
-Déjenlos en la esquina- Dijo James mientras se dirigía al lugar que les señalaba donde se encontraba una mesa de trabajo, varios instrumentos de laboratorio, frascos y pergaminos.
Zarina siguió a James, mientras Truman y Leandro dejaban los barriles donde les habían indicado.
-Es un placer tenerte de nuevo a bordo capitana- dijo Truman a Zarina
-Ya no soy tu capitana Truman- contestó ella mirándolo
-No me importa, es la costumbre de llamarle así por tanto tiempo- contestó el hombre para sonreír, y haciéndole una reverencia al hada salió de la habitación- espero que su estancia en el Roger le resulte cómoda capitana, el viaje será algo movido- dijo para después desaparecer por la puerta cerrándola tras de sí.

Azul ProfundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora