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Luego de todo lo ocurrido llegamos a casa, Alexby ya estaba viviendo ahí y ocupaba la habitación de Mangel, fue un poco difícil darle ese lugar, todavía no le dije de mis panes para mudarnos a un nuevo departamento, luego le diría. Sigo durmiendo con la camiseta que él se olvidó, no puedo dejar de hacerlo, también con la almohada que me regalo cuándo éramos mejores amigos, nunca podré superar a este hombre. Dicen que aunque el camino sea corto, el que pisa fuerte deja huella. Me puse la camiseta y me acosté en la cama, mirando al techo, mañana voy a ir al maldito nutricionista, a ver si todo termina de una maldita vez. Cerré mis ojos intentando dormir, algo que por muchas noches no pude hacer.

—Despierta joder—Escuché mientras recobraba mis sentidos y me daba cuenta de que me estaban moviendo. Lo empujé involuntariamente, por suerte no fue muy fuerte pero si lo suficiente como para que choque con la pared. Miré el reloj y eran las 5:36 a.m.

— ¿Por qué me despiertas tan temprano? —Murmuré agitado, ¿Por qué lo estaba? Mi frente estaba mojada y mis ojos estaban raros, eso era por las lágrimas que caían.

— ¡Estabas gritando y moviéndote violentamente! ¡Me asustaste!

—Lo siento, no fue mi intención, pero, ¿Qué estaba gritando?

—Pues decías, “Suéltame” “Dije que no quería verte más” “Basta” y todas cosas así. Rubén, ¿Qué estabas soñando?

—No lo recuerdo—Dije sentándome en la cama y metiendo mi cara entre mis manos, no recuerdo nada, ¿Qué coño soñaba? —No importa Alex, volvamos a dormir, gracias por preocuparte.

Me di media vuelta mirando hacia la pared, el sueño se me había ido y no tenía planeado dormir, la puerta se cerró dejando la habitación totalmente oscura, cerré mis ojos fuerte, como un niño al que le teme a la oscuridad y trata de esconderse de los monstruos. La verdad es que siempre intentaba ocultarme de ellos, pero no de los que tenía miedo de pequeño, si no de los de ahora. Estos últimos meses fueron desastrosos, no pensaba que las cosas se irían de mis manos, la verdad es que no se si alguna vez pude controlar mi vida, vivo el día a día como si no importara el fututo, pero ahora me doy cuenta de que eso es lo peor, no sé si logre cambiarlo, pero tendré que intentar. No siempre las cosas son como uno las planea.

Hoy tengo que ir al hospital de nuevo, y así por toda mi vida si fuese necesario, es que nunca me entra el hambre, hace unos dos meses comía como una vaca y ahora no, solo un vaso de agua o algún pedazo de algo pero muy pequeño. El móvil vibró en la mesa de noche, lo ignoré, volvió a vibrar y lo cogí, eran mensajes, no de cualquier persona, sino de él.

“Cuando me extrañes, recuerda que yo no me fui, fuiste tú quien me dejó ir.” 6:58

¿Este de que habla? Leí y volví a leer ese mensaje, él tenía razón, yo lo dejé ir, el móvil estaba apagándose mientras yo miraba a la nada, tiene razón, tiene toda la puta razón, yo lo deje ir y no voy a para de repetirlo porque sé que es la maldita verdad. Una parte de mi decía que no le contestara pero la otra parte decía que si lo haga, estaba cabreado y confundido a la vez, soy un maldito bipolar.

“Creo recordar que te dije que no quería verte más, eso incluye tus malditos mensajes Miguel.” 7:16

Nos estábamos hablando por mensaje normal ya que lo había bloqueado en WhatsApp, que madures ¿No? Otra cosa no podía hacer, no quería revisar mis contactos y encontrar la foto de él junto a su “novia”. No quiero seguir sufriendo, pero veo que eso es lo que quiere el destino.  No contestó, pero es que vamos, no hay otra cosa para contestar, es la verdad. ¿Ya eran las siete de la mañana? Hostia, el hospital ya está abierto y si quiero que me atiendan temprano tengo que llegar temprano.

Me levanté de la cama con toda la flojera del mundo, busque algo para ponerme luego de ducharme, peiné mi cabello hacia arriba y salí a la ciudad de Madrid, el hospital estaba un poco lejos, pero tenía tiempo así que camine, algo que no hago desde hace mucho tiempo, ya ni salgo de la casa, las primeras calles fueron fáciles, luego las que les siguen no, mi respiración se hizo pesada y comencé a marearme. Seguí las calles que faltaban en ese estado, faltaba una cuadra para llegar, mis piernas no daban más y querían frenar, descansar.

Abrí la puerta del edificio que estaba delante de mí, el blanco pintaba el lugar, en una pizarra que había allí d3cia que el nutricionista llegaba a las ocho y media, faltaba media hora para que llegue, tomé mi móvil y sorpresivamente tenía un mensaje de Mangel.

“Espero que te vaya bien con el nutricionista.” 8:03

heartbrokenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora