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Alex.

Las cosas han cambiado mucho durante un año, ya no tenemos una relación muy amigable con Mangel, se ha alejado de todos, ya no nos habla, es como si un resentimiento no lo dejara hablarnos, aunque el “problema” lo tenga con Rubén y no con nosotros. Por otro lado, Rubius me hace sentir muy mal, todas las ayudas que les estamos dando son para nada, él sigue dolido, por dentro y por fuera, ya no come, no quiere salir, únicamente cuando va al hospital pero es en vano ir, no sigue la dieta que le dieron, está muy flaco. Me da miedo que algo malo le pueda pasar a su salud. Se había olvidado del tema de Miguel, pero en la entrevista lo hicieron recordar, y ahora, está peor que antes.

—Por favor, abre la puerta—Dije con tristeza, duele escuchar sus sollozos a través de una madera. No hubo respuesta, como siempre, giré la manilla y para mi suerte estaba abierta, a veces la cerraba con llave y no podía ayudarlo, en mi otra mano tenía un plato con un poco de comida, no mucho, arroz y una banana. Solo quiero que coma, aunque sea un poco.

Él estaba sentado en la cama, abrazando sus rodillas, con el móvil a su lado, suspiré dejándole el plato sobre la mesita de noche. Me senté a su lado, intentando hablarle, pero metió su cabeza entre sus piernas y su respiración era irregular, mi corazón se estrujo al verlo así, las lágrimas se acercaban, pero no quiero llorar, no delante de él. Cogí el teléfono y lo miré, tenía sus mensajes con Mangel abiertos, de esos que se enviaban cuando eran inseparables, tengo que admitir que aunque me duela, había algo entre ellos, no una simple amistad.

Toqué su cabello, pero hice que se alejara más de mí, largue todo el aire que venía aguantando en forma de suspiro, me levanté de la cama y salí de la habitación. El cambio era muy distinto, él tenía el cuarto oscuro, pero se lograba visualizar un poco, pero el resto de la casa estaba muy bien iluminada, caminé a la sala para sentarme en el sofá y dar un gran respiro, mis lágrimas por fin salieron, llevando con ellas un sollozo bastante sonoro. Me siento mal, por tenerlo tan cerca y no poder ayudarlo, por tenerlo tan cerca y no poder hablarle, por tenerlo tan cerca, pero a la vez tan lejos.

Tomé la manga de mi suéter y sequé el rastro de lágrimas que hayan quedado en mi rostro, aunque ellos no lo sepan, me afectan a mí también, no quiero ser visto como una víctima, pero ellos eran mi mejores amigos, y ahora ya no los tengo, se fueron. Intentó ocultar el llanto pasando la manga todavía más fuerte, es algo absurdo en este momento, eso no las va a parar. Pero tengo que ser fuerte. Por mí, y por él…

Caminé al baño y pude ver su puerta entre-abierta, asomé mi cabeza verificando que todo esté bien, no podía visualizar mucho ya que la máxima luz era la que entraba por el borde de la puerta, la abrí un poco más y entró un poco más de iluminación. Estaba acostado en la cama, en posición fetal. Sus manos temblaba, su labio también, toqué un poco su cara y estaba helado, tomé la sabana para taparlo. Me senté a su lado admirando su cara, este no era el Rubius que conozco, creo que ya ni lo es. Pasé mi mano por su mejilla fría, estaba muy flaco, ya ni parecía el chico que conocí hace unos cuantos años, lo miré con tristeza, un suspiro profundo se escapó de mi boca, acaricié su cabello y tres palabras se escaparon de mi boca.

—Todavía te amo…

Se movió un poco en la cama y alejé mi mano, no quería que despertara, no quería que me viera así. Me levanté sorbiéndome la nariz para arriba, cerré la puerta lentamente detrás de mi espalda. ¿Qué es lo que está mal? Creí que lo había superado, pero pensé mal, Rubén nunca se olvidaría de Miguel. No después de todo por lo que pasaron. ¿Qué me hizo pensar que tenía oportunidad? ¿Fue el verlo roto? ¿Por verlo débil? ¿Por qué pensé en eso aun sabiendo la respuesta? Creía que tenía las respuestas en la punta de la lengua, pero me equivoqué. Esas preguntas no tenían respuestas. Nunca las tendrán. Porque no tienen sentido. Al igual que yo…

heartbrokenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora