Desde ese día había estado investigando sobre él. Desde ese último paseo en carruaje, no he podido sacar de mi mente sus ojos, no he podido dejar de pensar en esos hermosos ojos avellana que, entre la multitud que añoraba saludarme, se unieron con los míos por un instante que pareció eterno, un instante en el que pude sentirme tan confundido, tan liberado y encerrado al mismo tiempo.
Resoplé entonces, pensando, mientras miraba a través del gran ventabal que se encontraba en mi estudio. Después de días de búsqueda, leyendo documentos y viendo fotos, Zacarías se había ofrecido a hacer el último chequeo para encontrar al pueblerino que tanto había llamado mi atención y yo esperaba ansioso a tener los documentos de ese chico misterioso en mis manos. Lo quería ver de nuevo cuanto antes.
Mi curiosidad por ese chico provocaba que más teorías naciesen en mi mente, pero antes de que mi mente volara más alto, la puerta de mi despacho fue tocada un par de veces, llamando mi atención para ver a mi mejor amigo cruzando la puerta. Se veía serio, quería decir que habían más personas afuera y tenía que disimular. Hizo una reverencia rápida con su semblante neutral y me entregó una carpeta marrón que era de suma importancia para mi. Finalmente la búsqueda había culminado con éxito. Él asintió satisfecho, yo repetí su gesto para luego verle salir del estudio.
Al ver la puerta cerrada, suspiré aliviado y froté el puente de mi nariz en busca de relajar mi ceño. Abrí la carpeta, leí la poca información que había en los tres papeles que estaban cosidos en el cuero, la releí un par de veces más hasta que le di la vuelta a las hojas, encontrándome con un par de fotos: una del muchacho con una chica menor, otra de él de forma individual.
Cerré finalmente la carpeta y mantuve en mi mano la fotografía del chico, donde estaba él solo, donde le sonreía a la lente de la forma más inocente que jamás hubiese visto a alguien de su edad sonreír. Pensé igual en los datos que recordaba, esos que acababa de leer: Era un chico huérfano que había perdido a sus padres por culpa de una extraña enfermedad, un doncel que quedó responsable de su hermana de 16 años en una vivienda de los barrios bajos del reino. Tenía 21 años, un niño.
Volví a prestar atención a la fotografía, en la sonrisa que él mostraba, y deseé internamente que fuese dedicada a mi, solo a mí. Entonces, pronto recordé que tenía otra vida, que estaba comprometido y que mi madre no me dejaría si quiera acercarme al pueblo. Sin embargo sonreí, guardé la foto en mi abrigo y miré nuevamente a través de la ventana: conocería a ese chico, no importaba nada más.
Con un nuevo propósito en mente, agarré una hoja finamente adornada a los lados con las flores características del reino, un papel color crema corrugado que era el que se usaba para las invitaciones a cualquier celebración real. Anoté con entusiasmo cada letra cursiva con la pluma de tinta negra, anoté su nombre como si de la pincelada más importante se tratase, anoté lo que sería el primer paso de mi plan. Luego, al ver la escritura terminada, llamé al señor que se encargaba de la entrega de las invitaciones a la fiesta que se aproximaba, y le entregué la carta ya sellada.
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No Eres Un Simple Doncel
Historia CortaDISPONIBLE EN DREAME Felipe no era un príncipe de cuentos, no era ese que le sonreía a cualquiera, no era ese que dejaba su trabajo a los demás, no era ese chico egocéntrico que presumía de sus genes "azules" y denigraba a los que eran de menor esta...