Felipe se vio intrigado y tras quitarle las riendas a Blu, asintió a Margaret. Zacarías, terminando igual de cerrar la caballeriza de su yegua, dejó a los contrarios a solas luego de despedirse de ellos.
—¿Qué necesitas, Margaret?— El azabache cuestionó con frío semblante, dejando a un lado las riendas de su caballo—. Es muy tarde, ¿Cuál es la razón de tu desvelo?— Felipe no podía evitar sentirse preocupado por la chica que una vez fue su mejor amiga, pero tratarla con tal formalidad se había vuelto costumbre.
—Ya no quiero hacer esto— la joven rio con tristeza y por un instante bajó la mirada para volver a alzarla—. Sé que ya no me ves como antes y probablemente no volveremos a ser como antes— ella le miraba con nostalgia, y Felipe no se veía inmutado—. Desde que la Reina arregló nuestro compromiso, nuestra amistad se vio perdida, y es algo que en realidad lamento mucho.
Hubo un momento de silencio, instante en el que Felipe suspiró y desvió su mirada para evitar sentirse mal por Margaret. Nunca hubiese imaginado que su mejor amiga le quería más de lo que esperaba, era algo que le había tomado por sorpresa.
—No me gusta la relación tan indiferente que tenemos— continuó—. A pesar de que te amo, necesito mucho más a mi mejor amigo, así no tengas el mismo sentimiento hacia a mí— Margaret, evitando que las lágrimas saliesen de sus ojos, peinó un mechón de cabello hacia atrás—. Y por ello, por ese cariño que te tengo, quiero que seas feliz con alguien que comparta tus sentimientos.
Felipe no terminaba de entender por qué Margaret había llegado a decirle todo aquello, y le dolía verla así, porque le recordaba a la niña que en adolescencia fue una de sus confidentes.
—A lo que quiero llegar es que...— la chica tomó aire profundamente—, sé qué haces a estas horas en la caballerizas, sé de donde vienes— Felipe se vio mucho más inexpresivo, casi intimidante, sintiéndose amenazado—. Te vi con ese muchacho el día del baile, y vi cuando salió del castillo, y he visto cuando sales en la noche a la misma hora solo para ir al pueblo. Sé que estás enamorado de ese dulce muchacho, que él se había ganado tu corazón— la muchacha sonrió ligero ante la neutralidad de Felipe, queriendo calmar su temor—. Por ello, por nuestra vieja amistad y por el cariño que ahora te tengo, quiero terminar con este compromiso.
Felipe entonces alzó una de sus cejas, impresionado por aquel instante tan inesperado, sin palabras para expresar su confusión y emoción. El azabache no cambió su semblante, pero Margaret pudo notar como su ceño se suavizaba y sonrió leve al darse cuenta de que estaba haciendo lo correcto. El príncipe quiso hablar pues, pero en cuanto abrió la boca, Margaret le interrumpió.
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No Eres Un Simple Doncel
Short StoryDISPONIBLE EN DREAME Felipe no era un príncipe de cuentos, no era ese que le sonreía a cualquiera, no era ese que dejaba su trabajo a los demás, no era ese chico egocéntrico que presumía de sus genes "azules" y denigraba a los que eran de menor esta...