En cuanto los pájaros empezaron con su hermoso cantar, supuse que la mañana había llegado y yo no había dormido lo suficiente. No tenía sueño, pero tampoco quería abrir los ojos, así tal vez volvería a conciliar el sueño y tendría un día más enérgico.
La luz, sin embargo, empezó a molestar mis ojos y busqué con necesidad una de mis almohadas para evitar tal fastidio, pero simplemente el sueño ya había desaparecido por completo y no me quedó de otra que abrir los ojos para verme entre las cómodas sábanas de mi cama.
Sin afanes de levantarme, empecé a jugar con un par de mechones de mi cabello, estaba un poco largo después de todo. Mi cabello, desde hacía unos años, había empezado a tomar una tonalidad más oscura en las raíces, haciendo de mi cabello una combinación entre el rubio, el castaño y el negro grisáceo. Emely me había comentado que me favorecía, pero eso no me importaba mucho.
Estaba pensando en mi cabello, en su rareza, jugando con los lisos mechones, cuando sentí que alguien picaba mi espalda en busca de despertarme. Emely era la única que sabía de mis cosquillas en la espalda, así que no pude fingir estar dormido cuando sus dedos picaron sucesivamente en el centro de mi espalda. No pude evitar reír y ella sonrió en cuando me volví a verle, rendido.
—¡Es hora de desayunar! ¡Rápido! Hoy tendremos un día muy ocupado.— Me agitó Emely mientras hablaba y al finalizar saltó a abrazarme, envolviéndome como si fuese un koala, un lindo oso. Ella estaba extremadamente feliz, entusiasmada, y eso me animaba mucho a mi también.
Sonreí ante su infantil emoción y halé un par de sus largos cabellos rubios. Sutilmente la alejé de mí para sentarme en la cama y frotarme los ojos, el frío pronto pegó contra mi rostro y recorrió mi cuerpo. Recordé entonces que en la noche iría a un baile, una velada especial, y quise al instante volver a enrollarme entre las sábanas para dormir, dormir por horas y horas infinitas. Emely nuevamente empezó a hacerme cosquillas, no pude resistirme a las carcajadas que subieron por mi garganta y termine fuera de la cama.
No fue hasta ese momento que percibí el delicioso olor del huevo frito y el pan tostado, el café mañanero y el jugo de manzana que me esperaba en el comedor de la casa. Quedé impresionado, pues raras veces mi hermana se levantaba primero que yo a hacer el desayuno.
En la tarde.
—¡Colócatelo!— Emely, por quinta vez, me ordenaba que me probara otro disfraz de su gran galería de trajes. No sabía de dónde había conseguido tantos trajes, pero me había obligado a ponérmelos hasta conseguir el adecuado. Ella estaba emocionada y yo muerto de vergüenza.
—Me da pena...— Murmuré para mi mismo. Esta vez tenía puesto un traje de camarero, uno de esos de chaleco negro con cola y camisa blanca abotonada. Esto me era demasiado embarazoso. Quise negarme a salir, pero antes Emely tocó la puerta con desesperación para que saliese.
ESTÁS LEYENDO
No Eres Un Simple Doncel
ContoDISPONIBLE EN DREAME Felipe no era un príncipe de cuentos, no era ese que le sonreía a cualquiera, no era ese que dejaba su trabajo a los demás, no era ese chico egocéntrico que presumía de sus genes "azules" y denigraba a los que eran de menor esta...