Capitulo 4

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   Finalmente la melodía dio por terminada y el que vestía de mayordomo volvió a su erguida posición con lentitud, atrayendo igual a Max a que tuviese por completo los pies sobre el piso

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   Finalmente la melodía dio por terminada y el que vestía de mayordomo volvió a su erguida posición con lentitud, atrayendo igual a Max a que tuviese por completo los pies sobre el piso. En cuanto ambos estuvieron frente a frente, el de cabellos oscuros hizo un reverencia ante Max mientras sostenía su mano. El doncel sintió como sus orejas se calentaban debido a la sangre que subía a su cabeza, y fue cuando el desconocido besó su mano para luego dedicarle una suave sonrisa.

   El de ojos azules volvió a su postura erguida, sin borrar esa diminuta sonrisa de sus labios, y notó lo feliz que Maximiliano se encontraba, quizá por el haber aprendido a bailar o por haber bailado con él. El desconocido se vio aliviado al ver la sonrisa tímida de Max, se notaba que era un chico que no podía disimular con facilidad y eso le enternecía. Por otro lado, Max ya deseaba saber el nombre del chico con el que había bailado, quería que fuesen amigos y poder conocerle más, pues asimilaba que el desconocido era alguien de pocas palabras.


—Muy bien, pequeño Max. Eres una buena pareja— Comentó con serenidad el chico alto, y al instante recibió una risilla por parte del nervioso joven de ojos ámbar que tenía en frente. Sus ojos detallaban cada gesto del muchacho bajo el antifaz, guardaba en su mente sus sonrisas y sonrojos, le era tremendamente encantador que pudiese hacer tanto con decir algo bueno.

—Ahora, ¿me podría decir su nombre?— En cuanto desvió su mirada, vio a los lados y se aseguró de que nadie estaba viéndoles, Max preguntó aquello con ilusión y esperaba ansioso una rápida respuesta. Ver los azules ojos de su reciente pareja de baile le intrigaban, porque sentía que los conocía, pero a la vez se sentía alegre y con la piel de erizada.


   Max notó como el contrario dudó en contestar, pero pronto estuvo por abrir la boca y el menor supo que le diría por fin su nombre. Sin embargo, antes de que cualquier sonido saliese de labios ajenos, una voz femenina retumbó en todos los pasillos del inmenso palacio, una voz que provocó que el de cabellos negros desviara la mirada y cerrara su boca, cosa que a Max entristeció. La voz llamaba la atención de todos los presentes, invitaba a que todos se reunieran en el centro del gran salón, rompía por completo el momento entre el doncel y el chico con traje de mayordomo.


—Lo lamento, pequeño.— El de ojos azules se vio frustrado y Max pudo notar había bajado ligeramente la mirada. Al parecer, se había desilusionado tanto como él— Tengo que irme pero te aseguro que nos volveremos a encontrar y te diré mi nombre. Ve hacia el gran salón como indican los ecos de la mujer, están por presentar al Príncipe.— El muchacho, tras su comentario y juramento, volvió a hacer una reverencia ante el doncel y se encaminó hacia el fondo del pasillo hasta desaparecer. Maximiliano podía jurar que por allí no llegaría al gran salón.


   El de ojos ámbar, con un ceño triste y claramente desanimado, resopló antes de rascar su nuca y acomodar su antifaz. El desconocido le había dejado intrigado, pero de todos modos el muchacho de claros cabellos siguió sus instrucciones y se encaminó hacia el gran salón a donde los invitados eran llamados. Al llegar, un sin fin de personas tapaban su campo de visión, por lo que intentó con mucha educación caminar hacia el centro de esa multitud de duques y princesas.

No Eres Un Simple DoncelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora