Capítulo ocho. La verdad termina saliendo a la luz

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Bueno, un miércoles más, una semana menos para el instituto (nooo!!), os traigo un nuevo capítulo. Como siempre, todos los comentarios son bien recibidos. El capítulo viene cargado de novedades y muchos detalles, así que fijaos bien. ¡Disfrutad!

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"Together we'll make it and reach for the stars"


Durante la semana siguiente, cada día al levantarse y cada noche al acostarse, Violet recibía algo envuelto en una tela violeta. El sábado fue un set completo de dibujo técnico, con una funda que sujetaba el material con gomas elásticas. Tan solo tuvo que levantarse para encontrar la cara sonriente de sus doncellas delante de ella.

>>—Tenéis un regalo, señorita—dijo Adelaide entusiasmada mientras la desarropaba de sus sábanas.

Hanna le tendió la carpeta envuelta en seda violeta y Violet la abrió. Dentro de la carpeta, atrapada tras el transportador de ángulos, encontró una nota escrita a mano:

"Espero que con esto puedas diseñar un nuevo castillo"

Violet no sabía muy bien de cuál de los dos príncipes podía venir, pero esperó que fuera de Justin.

Aquella semana el susodicho Justin no encontró ni un solo hueco para compartir con la joven. Su padre le había pedido que diera una oportunidad a todas las seleccionadas, lo que significaba concertar, al menos, veinte citas. La mayor parte de ellas fueron en la sala de proyecciones del palacio, aunque también montó a caballo, caminó por los jardines o tuvo partidas de cartas. Fue una semana que le dejó derrotado y un poco triste por no poder hablar con Violet más de cinco minutos, escabulléndose del desayuno.

Violet, habiendo sido informada de esto, decidió volver a diseñar, tal y como decía la nota. El sábado por la mañana pidió que llevaran una mesa a la cúpula, y allí se encerró todos los días. Casualmente, Noah parecía tener un cierto cariño predilecto por esa zona del castillo, porque acostumbraba a pasar por allí cada vez que veía las puertas abiertas.

>>—Pero, ¿a quién tenemos aquí?—bromeó entrando en la sala.

Violet se giró hacia él, soltando el lapicero azul, y, para sorpresa de él, sonrió.

—Hola—le saludó y volvió a centrarse en su dibujo.

Noah se acercó para asomar su cabeza por encima del cabello oscuro de ella y enarcó las cejas en señal de sorpresa. Se quedó estupefacto al contemplar un dibujo tan realista de su hogar. El castillo, desde un punto de vista frontal. Cada ventana, cada torre, cada cadena se podía encontrar en aquel dibujo. Él no era un novato en la pintura, también dibujaba, pero no como un arquitecto, no desde la perspectiva de diseñar. Él lo hacía de cualquier cosa que lo alejara de Ángeles, que lo transportara a otro lugar. Ella utilizaba reglas y cálculos; él, pinceles y sueños.

—Me encanta. ¿Cuánto has tardado?

—Tres horas—respondió ella.

—¿Tres horas?—preguntó Noah, aún más sorprendido.

Ella asintió y volvió a posar el grafito en el papel.

La noche siguiente encontró, al entrar en su habitación, un objeto, a los pies de su cama, envuelto en seda violeta. Lo desenvolvió para encontrar un estuche de plástico negro, duro. Lo abrió y descubrió distintos lapiceros, de distinta dureza y material. Todo lo que le hacía falta para continuar.

Cada día, Noah la visitaba en la cúpula. Un día hablaban durante una hora, al siguiente, él cogía una silla y se sentaba a su lado para verla dibujar, con la condición de no molestarla. Al siguiente, él trajo su propio material a la mesa de trabajo.

Doble Elección (Orígenes de la Selección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora