Cartas al amor de mi vida

43. Etapas

Incluso las mejores personas pueden acabar convirtiéndose en tu peor pesadilla; hasta tus sueños más grandes, esos que pensabas que tenías casi al alcance de la mano, pueden acabar enterrados en el tercer subsuelo; hasta tu risa más tonta ahora me chirrían en los oídos hasta romperme en mil y hacerme gritar hasta convertirme en añicos.
Incluso tú, cariño, que eras mi felicidad, ahora eres mi peor debilidad, doliendo hasta morir en vida queriendo que fuese al contrario.
Las etapas, aunque no lo creyese, acaban antes de lo que esperamos, los momentos buenos, en los que estamos a rebosar de esa magia que nosotros muy dentro llevemos, son efímeros y, esos que creemos que son eternos, pues son aquellos momentos en los que uno más débil está, más roto, más vacío, más solo, duran mucho menos de lo que podríamos haber llegado a imaginar. Todo pasa. Las personas vienen y van.
Me gusta hablar de egoísmo, aunque no lo sea, de aquello que hace que en algunos momentos sólo pensemos en nosotros, "yo, mí, me, conmigo" y nos dé igual el resto.
Cuándo uno empieza a ser "egoísta", empieza a darse cuenta de aquello que realmente vale la pena, empieza a saber decir no y, por así decirlo, acabar dejando ir aquellas que, aunque pensáramos que sí merecían la pena, no la merecen.
Lo más importante de todo esto es el saber decir no. Es en este momento en el que tienes, aunque sea, un escudo, un punto a tu favor, es por así decirlo, ese granito de arena que hace que una montaña lo sea.
Eres capaz de mantenerte lo suficientemente fuerte.
Eso.

El humo me solía gustar de tu boca, esta humorada densa me da asco. Ahora es preferible el fresco, ese que hace te mantengas consciente incluso con una venda en los ojos.
Ahora que no estás me ha dado por otros vicios, el tuyo no era comparable, el vicio que le tenía a tu olor, a tu boca... Amor, no es comparable a ninguna otra droga socialmente legalizada.
Enamorarse.
Y el mono sigue, tu olor sigue memorizado, tu mirada sigue aún clavada, tu boca tiene el resto de mi nombre pintado, aunque sea con un lápiz de labios que no sea mío.
Y estar cerca de ti me cuesta horrores, me duele a rabiar, me electrocuta, y me mata tu indiferencia y tu morbo.
Es una estupidez.
Aunque aún muera, eso, es una estupidez.
Es un tira y afloja ente corazón y subconsciente, una guerra a mano armada con arma blanca, un striptease sin ninguna ropa, un banco abierto y una mosca cojonera en forma de un estado con un mandato de mierda.
Es haberme enamorado como nunca lo llegaré a hacer, de ti.
Tengo abiertas las puertas de tu cárcel y no sé si quiero terminar de salir.
Porque aún sigues ahí.
Clavado hasta lo más dentro de mí.
Doliendo a morir.