Capítulo 4

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Las piernas le temblaban ligeramente mientras caminaba, su frente estaba cubierta por un leve sudor frío y la preocupación inundaba su rostro entero.

Al ir aproximándose a la cámara real, observaba a los guardias abandonar los pasillos y los salones, mirándolo de soslayo, como reprochándole el que no haya estado cerca... Pero, ¿qué esperaban que él hiciera, exactamente? Era un simple vasallo, y el rey ya tenía edad suficiente para cuidarse solo, ¿o no?

Pues claro, pero era más fácil echar toda la culpa sobre él, pensó. Algo de enojo le recorrió el perfil, sintiéndose extrañamente cansado de todo esto... Estaba al borde de un límite mental. Ya no podía seguir titubeando, debía comenzar a ser fuerte.

En menos de dos minutos ya se había recorrido la totalidad del largo camino y estaba parado justo frente a la espesa cortina gris que ya había empezado a detestar también. Y al espiar a través de ella, efectivamente, lo vio.

Un Thranduil algo desganado yacía sobre el sillón de madera tallada, con una copa a medio llenar en su mano derecha y la mirada perdida en otra dirección. Se veía... tan diferente, pero no en el mal sentido. Kherion, por primera vez, tuvo la sensación de haber traspasado el enorme muro de piedra congelada que su señor ponía enfrente de todos. Ahora, podía verlo como un hombre al que le gustaba escarbar dentro de su memoria sin temer a las consecuencias... Y tales consecuencias, el joven elfo podía verlas con claridad.

Después de pensárselo dos veces, procedió a entrar al fin. Thranduil, al verlo allí, logró salir de su trance mental, soltando un suspiro socarrón que dio a entender que no le agradaba tener la presencia de Kherion en ese momento.

- Señor... Creo que...- Intentaba decir, pero sus titubeos le impedían completar la oración sin sonar como un tonto metiche. – Creo que será mejor que vaya a su cuarto-

- Y yo creí haberte ordenado antes que te fueras-

El reproche del rey elfo le llegó como un puñal a su ya lastimado orgullo. En parte tenía razón, ¿qué demonios estaba haciendo allí, en un lugar donde su ser molestaba? Pero, por otro lado, si no lo hacía entrar en razón, una vez que el efecto del alcohol se disolviera, la culpa la seguiría teniendo él... Qué exasperante situación...

- Ha bebido suficiente, señor... Y además, ya es tarde- Prosiguió el joven, acercándose lentamente a la copa que el otro sostenía en la mano.

Tuvo que soportar esos dos ojos claros sobre él, invadiendo su seguridad mental, clavándosele como si fuera una especie de bacteria rara que había que exterminar. Kherion no encontró el valor suficiente como para verle a la cara, así que sólo se limitó a quitarle de la mano el recipiente y colocarlo de nuevo sobre la mesa, junto con la otra copa y las botellas de vino vacías.

- Por favor, señor...- Esta vez, sí estaba mirándolo a los ojos, suplicante, haciendo su mayor esfuerzo por llegar al corazón del rey altivo. – Por favor... Prometo que no volveré a pedirle nada, jamás en la vida...-

Thranduil, ante esto, soltó otro suspiro largo y bajó la vista, como rindiéndose a la pesadez con que se lo trataba. Incluso para él, la cara solicitante de Kherion era demasiado... Y después de todo, tenía razón. Ya era hora de volver a la normalidad.

Por su parte, el joven elfo observó a su rey hacer un ademán para levantarse del sillón, aunque sin mucho éxito, pues así como se levantó, volvió a caer sentado sobre los cojines.

Algo molesto, miró a Kherion, demandante, y al ver que éste no hacía nada para ayudarle, se vio obligado a decir:

- No puedo ponerme en pie...-

Para servirle y amarlo eternamente [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora