Capítulo 3

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-¡Estoy enfermo!-

Exclamó para sí mismo, dentro de aquel pequeño cuarto cubierto de aroma a madera mojada y hojas verdes. La humedad que se filtraba por el aire debía de estar afectándole la cabeza de alguna forma inesperada... Sí, debía ser eso...

Oh, pero esto era peor que una simple enfermedad. Para esto, temía, no había cura. Al menos, ninguna que él pudiera obtener. Con esto se podía vivir millones de años... Soportando la tortura.

Y no. No quería seguir soportándolo. Si ya lo había atrofiado tanto en tan sólo un par de días, no podía, no quería siquiera imaginarse qué sería de él en unos cuantos años... ¡Estaría totalmente perdido!

Imploró; esa noche se la pasó implorando a todos los dioses, a todos les suplicó que fuera lo que fuera que se estaba apoderando de su buen raciocinio, que se lo llevasen, que se lo arrebatasen del cuerpo y del alma, como una rama podrida de un joven árbol que no quiere morir.

Pero ya era tarde. El árbol ya estaba contaminado, la enfermedad se había esparcido ya por todo su cuerpo, haciéndole sentir cosquillas en la región del estómago cada vez que intentaba fallidamente pensar en otra cosa que no fuera en su señor.

Sí. Como era de esperarse, esa noche no pudo pegar un ojo. Estaba demasiado ocupado lamentándose por su mala suerte que ni siquiera notó cuándo el sol comenzó a salir. Lo último que recordaba, era que cuando se dignó a mirar hacia fuera del cuarto, los rayos tenues de luz que caían desde el cielo y se filtraban por las aberturas del techo, le indicaron que el amanecer había llegado.

Completamente embargado por un sentimiento de dolor, se vio obligado a salir de la cama, con pasos pesados, y afrontar un nuevo día. De repente, se estaba arrepintiendo de todo, por más seguro que hubiese estado antes sobre su situación. Se arrepentía de haber venido al Bosque Negro, más que nada. De haberse fijado en el rey, sólo para terminar sufriendo por lo que sea que sentía por él... Se arrepentía de su forma de ser, porque si algo podía empeorar las cosas, entonces eso era su estúpido carácter inseguro e ingenuo que no se atrevía a dar dos pasos seguidos sin titubear al respecto.

Y allí estaba, otra vez. Frente a la puerta de su señor, titubeando de nuevo. Golpeó tres veces antes de entrar, aunque no recibió respuesta alguna desde el otro lado. Thranduil le había dicho la última vez que no entrase sin su permiso, pero calculó que no se refería a cuando le traía el desayuno, ya que nunca golpeaba la puerta al hacerlo... No sabía; ya no estaba seguro de nada, nada en absoluto. "Sólo quiero salir de aquí", repetía su conciencia una y otra vez, mientras caminaba con la bandeja de alimentos en la mano.

Thranduil yacía tendido sobre la amplia cama real, que lo hacía verse bastante pequeño debido al tamaño exagerado que ésta poseía. Cubierto de mantas y sábanas varias, era incapaz de verlo, excepto por su cabellera clara, que se extendía por la almohada sin cuidado alguno.

El olor a jazmín que desprendía el interior de la habitación le hizo temblar las piernas de repente. ¿Acaso era el lugar lo que olía tan bien? ¿O ese aroma era proveniente de su rey? Sus sentidos se agudizaron, percibiendo de lleno ese dulce perfume, regocijándose en la sensación tierna de una leve cosquilla en la punta de la nariz.

De pronto, el sonido de las sábanas deslizándose lo sorprendió, de tal forma que sus hombros mostraron su sobresalto. Al espiar por encima de su hombro, notó que Thranduil ya estaba sentado sobre la cama, acomodando su cabello, paseando una de sus manos sobre él repetidamente. Pese a haber estado durmiendo momentos antes, su apariencia era completamente altiva, perfecta, como si nunca hubiese sucumbido a ese estado de descuido donde la conciencia se pierde por un momento. No, se veía exageradamente bien, aún con algunos mechones fuera de lugar, desparramados sobre la totalidad de sus hombros. Era tan hipnótico, pensó Kherion. Tanto así, que no podía despegar la vista de él, aún cuando sabía que lo que estaba haciendo estaba mal.

Para servirle y amarlo eternamente [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora