Capítulo 12

1.4K 144 20
                                    

Los primeros rayos del alba teñían el arroyo que caía y se colaban entre las ramas de los árboles que servían de techo del reino para poder invadir el lugar. Kherion los observaba bajar despreocupadamente hacia su rostro vigilante y sumido de concentración. La duda en cada rasgo de su rostro daba a entender que aún intentaba aclarar su mente.

Se sentía como un simple adolescente por no poder decidir qué debía hacer. Una parte de él le gritaba que corriese a todo lo que su cuerpo le diera y se alejara de ese reino para siempre. Otra parte, por el contrario, deseaba quedarse, pues ya no imaginaba su vida fuera de allí. La decisión que él no podía tomar en ese momento lo ponía en un gran aprieto, haciéndole doler las sienes de tanta presión.

Sus piernas ligeras lo llevaron a la cocina, queriendo detener por un momento el titubeo de su mente y encontrar algo de paz. Una vez dentro, una dulce jovencita lo esperaba dentro para entregarle la bandeja ya hecha. Allí, se sentó con el ánimo casi deshecho, preparado para comenzar el día. Tomó lo que había en su bandeja y prácticamente lo devoró, sin contemplaciones previas; sólo quería realizar su deber y encontrar un momento donde pudiera estar en paz. Al terminar su comida, la misma jovencita regresó para retirar sus vasijas vacías y entregarle la bandeja con el desayuno para el rey.

Al contemplarla allí, Kherion abrió grande los ojos color esmeralda brillantes. Jamás la había visto por los alrededores, estaba seguro de ello, pues no se le olvidaría ese ser tan lleno de gracia que contemplaba ahora. La muchacha, al verlo mirándola tan concentrado, se sonrojó levemente y se marchó a paso apresurado disculpándose antes de irse. El dulce sonido de su voz casi lo hipnotiza...

Parpadeo un par de veces, intentando entender por qué ella le había dado esa impresión. Podía hablar tranquilamente con los otros elfos del lugar, con los soldados y cocineros, con los otros sirvientes también. Pero con ella, no le había salido ni un simple "buen día". ¿Qué tanto le estaba sucediendo ahora?

Tomó la bandeja entre sus manos confundidas y partió hacia la recámara del rey. Completamente compenetrado por el rostro de la jovencita que acababa de conocer en la cocina, no se dio cuenta cuándo llegó a la habitación hasta que se topó con la puerta real. Soltó un suspiro largo antes de golpear la puerta, conteniendo sus nervios que comenzaban a palpitar fuertemente dentro de él.

No hubo respuesta desde el otro lado, pero sabía que debía entrar de todas formas. Armándose de valor y tragando saliva, se adentró en el cuarto. Oscurecido aún, la habitación vislumbraba apenas el camino que tenía que recorrer hasta llegar a la mesita donde servía el desayuno antes de entregárselo a su rey. Estaba concentrando toda su atención en ello, por lo que, cuando oyó pasos detrás de él, se exaltó terriblemente.

Dándose la vuelta de repente, sus ojos asustados observaron al rey de pie y ya vestido con su túnica real rojiza allí. Kherion comenzó a preguntarse cómo había llegado él hasta ahí tan rápido, aunque la respuesta era que cuando entró ya no se encontraba en la cama y no lo había notado, lo cual sumaba más puntos a favor de su torpeza.

- Mi señor...- Dijo, apenas con un hilo de voz debido al sobresalto. – Buenos días-

- Buenos días-

El que le haya respondido lo conmocionó aún más. Era la primera vez en mucho tiempo que le deseaba buenos días, aunque para él decir buenos días fuera sólo una rutina, para Kherion significaba mucho.

La mirada de Thranduil se posó sobre el rostro del joven elfo y éste sintió de sopetón que recibía de lleno un golpe de vergüenza. Sus mejillas debieron acalorarse, pues sentía la cara ardiendo. Para evitar que el otro notara eso, -aunque a estas alturas, de seguro ya lo había notado-, se dio la vuelta rápidamente y continuó preparando el desayuno.

Para servirle y amarlo eternamente [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora