Capítulo 14

1.2K 139 39
                                    

Los ojos lacrimosos de la muchacha revelaban toda su pena. Su vergüenza interior salió a brote entre aquellas lágrimas retenidas y sus mejillas acaloradas. Los labios le temblaban ligeramente mientras intentaba preparar las palabras de su confesión.

- Es un brebaje...- Al fin respondió.

Silencio. Ninguno de los dos atinaba a decir algo para continuar. Para ella era demasiada vergüenza, para él, demasiado desconcierto.

Arrugando las cejas castañas de su frente, Kherion hizo un esfuerzo por llegar a alguna conclusión que la salvara de seguir confesándose de aquella forma que tanto la apenaba, mas sin embargo, no había forma de que pudiera lograrlo. No con la acotada información que se le presentó... Necesitaba una ayuda más específica para hacerlo...

- Es un brebaje especial...-

- ¿Especial? ¿A qué te refieres con eso?- Inquirió él, sin una pálida idea de lo que estaba ocurriendo para que le costara tanto decírselo.

- Está hecha con namoreira...- Respondió al fin, fijando sus enormes ojos en los suyos.

Namoreira... Había escuchado ese nombre antes. En las vastas regiones del mundo, la dichosa planta florecida era reconocida por su aroma dulce y la leyenda que pesa sobre ella. Sí, ahora recordaba con exactitud... Los aldeanos de distintas tierras aseguran que si se juntan flores frente a la luna de otoño y se las resguarda por un año entero en un cajón de madera, la planta seca, al ser machucada, da como resultado un brebaje que se utiliza con fines románticos. Dicen que si se lo dan de beber a una persona, ésta comenzará a cosechar sentimientos afines por la persona que se lo ofreció...

- Namo... reira...- Repitió él, completamente atónito. – Pero... ¿por qué?-

- ¡Lo siento! ¡De verdad, lo siento!- Comenzó a disculparse ella, con los ojos enrojecidos por las lágrimas. – Yo no quería... No podía...-

Ahora, esto daba un giro que no se esperaba el muy desconcertado elfo, pero para su extraña alegría, empezaba a entender las cosas por primera vez.

El hecho de que se estuviera fijando en ella tan repentina e inexplicablemente. No estaba volviéndose un psicópata, -aunque eso aún estaba por verse-, sino que todo era a causa de la "hierba del amor". Era un salto inesperado, debía decirlo. Pero por otro lado, estaba feliz de haberlo descubierto a tiempo.

Se puso en pie, dispuesto a enfrentarla. No estaba del todo molesto, pero por su honor, debía dejarle en claro que con cosas como esas no se jugaban.

- No soy un títere que puedes manipular- Le dijo de repente, aunque con un tono calmado para no asustarla demasiado. – Entenderás que no puedo corresponderte de la forma en que tú quieres-

- No... Lo siento mucho... Yo no quería...- Habló ella, entre profundos sollozos. – Yo no quería... Pero fue una orden directa... ¡Lo lamento con todo mi corazón, pero no hay forma en que hubiera podido refutar aquella orden!-

- ¿Una orden? – Preguntó. De veras que esto se estaba poniendo demasiado turbio... - ¿De quién?-

Antes de decir ni una sola palabra, la muchacha miró hacia ambos lados rápidamente, y luego, asegurándose de que nadie pudiera oírlos, tomó a Kherion del brazo y lo llevó hacia un rincón seguro de la vista de todos. Luego, volvió a verlo a los ojos, y fue allí que le dijo lo siguiente:

- Del rey. Fue una orden suya-

¡¿Del rey?! ¿Cómo...? ¿Por qué...? ¿Para qué propósito? Todas esas preguntas se le atoraron en la mente demás confundida. El joven elfo estaba demasiado aturdido para poder decir algo más. Con los ojos aún llenos de sorpresa, comenzó a alejarse de ella, dispuesto a no dejarse llevar por el momento.

- Por favor, perdóname...- Le insistió la jovencita, aún llena de pesar.

Pero él no le respondió, se encontraba profundamente preocupado de lo que pudiera pasar a continuación. No estaba seguro de si estaba yendo o viniendo, sus pies se movían solos.

Caminando paso a paso, se fue directo hacia su habitación, intentando evadir a todo el mundo para no tener que dar explicaciones. Realmente, no se encontraba de humor para esas cuestiones.

Una vez allí, soltó su peso sobre el colchón, cayendo sentado y confundido. Con que namoreira... Al menos comprobó que los dichos eran ciertos, aunque también, por las malas, entendió que las precauciones de las que se hablaban, eran de igual forma correctas: Si la persona que bebe el brebaje ya se encuentra enamorada, su cuerpo intentará rechazar la pócima, dando como resultado mareos repentinos y otros malestares, sobre todo si es tocado por el creador del brebaje o por persona de la cual se está enamorado. El líquido, en ese instante, era como veneno corriendo por sus venas. Si no se asimilaba pronto al sentimiento que intentaban imponerle, terminaría muriendo...

Pero, ¿hubiera sido realmente capaz de olvidar lo que sentía por Thranduil y caer enamorado de ella? O, ¿qué le hubiera ocurrido si no era así? Probablemente, si insistía en continuar repeliéndola, en un par de días se encontraría muerto... Todo aquello era muy peligroso, habría que ser un sádico para preparar un plan de semejante magnitud en contra de alguien... Y sin embargo, su señor había sido capaz...

¿Por qué? ¿Por qué le haría algo así? ¿Qué ganaría con todo eso? Si la pócima daba resultado y él se enamoraba locamente de la muchacha, ¿en qué beneficiaría eso a su rey? No era como si sacara algún provecho de eso, ¿o sí?

¿O sí...? Continuó preguntándoselo en la oscuridad de la noche, hasta que el alba tocó las praderas fuera de las murallas y su pensamiento se fundió como fuego en la piel de su vacío interior. Estaba mareado de tanto pensar, pero finalmente había encontrado una respuesta.

Intentaba manipularlo porque ya se había dado cuenta de lo que sentía por él.... Thranduil estaba conciente de que su ingenuo corazón latía ferozmente por su persona, e intentaba quitárselo de encima... Cuanta crueldad destilaba todo aquello, pero a fin de cuentas, no podía dejar de culparse a sí mismo...

Si no se hubiera enamorado de quien no debía, nada de esto habría pasado. Era demás conciente de eso. Mas no podía no sentirse molesto. Estaba furioso... Tanto que casi podía gritárselo en la cara a su señor... Que no era ningún títere de trapo, ningún juguete con el que pudiera jugar.

Por su parte, Thranduil estaba acostumbrado a dar órdenes y ver que se lleven a cabo en fecha y término. Pero con él, nada de lo que esperaba se hacía realidad. Era una completa decepción. Así que lo intentó por la forma difícil. Obligándolo... Kherion comprendía que se sintiera incómodo teniendo a un vasallo que había sido lo suficientemente estúpido para generar en su interior un sentimiento mayor al de la debida lealtad. Entendía también el hecho de que se sintiera frustrado por no poder esperar que se superaran sus expectativas... Pero de ninguna manera apañaba lo que hizo... Eso no se lo perdonaría.

Si quería que se lo tomase en serio, debería actuar como el hombre que era y decírselo a la cara... Dejarle bien en claro lo que era: Una persona, con los derechos que todos los demás allí tienen, ni más ni menos. No por el hecho de que fuera su vasallo personal debía tratarlo como a un bulto que estorbaba todo el tiempo... Si no estaba satisfecho con su labor, entonces no debería haberle restituido su puesto.

No, hasta aquí llegaría. Poniéndose en pie, se dispuso a llegar hasta donde el rey. Los pasos apresurados y ligeros determinaban su carácter furioso. Estaba tan arrepentido de haberse quedado... Pero no había forma de poder echarse atrás. No, ahora sólo le quedaba intentar llegar a un acuerdo justo para ambos. No podía permitirle más de lo que abarbaba su labor de rey. No era su dueño.

La decisión lo acompañó durante todo el trayecto, hasta llegar finalmente a la habitación real. Allí, abrió la puerta repentinamente, sin molestarse en tocar antes. El resultado de eso fue la atención de Thranduil sobre él, que lo observaba curioso, expectante de verlo tan impaciente por entrar. Pero ni con toda la experiencia que poseía se esperaba lo que Kherion había venido a decirle...

Para servirle y amarlo eternamente [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora