Capítulo 18

1.3K 157 18
                                    

Caminó algo cabizbajo hasta su pequeña habitación, intentando hallar el coraje que le haría falta para volver a enfrentar a su señor. ¿Cómo podría volver a hablar con él después de lo sucedido? No tenía ni la más pálida esperanza de salir con vida de ésta, pero de todas formas, debía encontrar la forma.

Se adentró, disfrutando de las pocas horas que quizás le quedarían allí, en el Bosque Negro. Trató de recordar todas las noches en vela que pasó ahí dentro, rodeado de esas apretujadas cuatro paredes que supieron ser cómplices de sus más penosas esperanzas. Todo parecía ser tan lejano y tan cercano al mismo tiempo... ¿Hacía cuánto tiempo desde que se hallaba con ese indescriptible sentimiento? ¿Cuándo realmente había comenzado a sentir algo por Thranduil? Sacudió la cabeza, diciéndose basta; quería dejar de pensar en él, tenía que dejar de hacerlo...

Se sentó en la cama, pero al poco tiempo se levantó. No. No contaba con tiempo para perder, si dejaba pasar más minutos todo sería peor... Debía actuar ya, ahora mismo.

Sin querer pensárselo demasiado, puesto que eso siempre lo llevaba a un juicio consigo mismo que parecía jamás acabar, partió, preparando algunas líneas para disculparse correctamente. Lo primordial sería que se lo dejase hablar, tenía que conseguir eso primero, antes que nada. Pero no sabía cómo lo iría a tomar Thranduil, aunque seguramente muy mal.

Dio pasos seguros, por más que por dentro estuviera temblando de la ansiedad y de recurrente temor a lo que se vendría. Valentía, eso requería, y debía hallarla lo antes posible. Cerró los ojos por un momento, intentando focalizar el momento exacto donde su padre decidió marcharse del Bosque Negro, tranquilo y seguro de su decisión. Así debía ser, así tenía que concentrarse, sin titubear esta vez. Tenía que saber llegar al corazón de su señor con sus palabras de perdón, y luego irse para siempre.

Sintió una punzada en el pecho cuando se encontró frente a la puerta de la habitación real de nuevo. Allí estaba, de pie frente al tramo casi final, el que concluiría toda esta locura que era el amor que sentía por quien no debía ofrecer más que fidelidad y respeto. Su mente confundida le hacía dudar de tocar la puerta... ¿Debería hacerlo, o quizás sólo entrar de una buena vez? Daba igual, realmente, pues de todas formas, Thranduil ya se encontraría furioso, hiciera lo que hiciera.

Dio leves golpeteos al principio. Como nadie respondió, volvió a insistir, pero ahora ya un poco más fuerte, para provocar mayor sonido dentro. El resultado fue el mismo, por lo que se vio obligado a intentar abrir la puerta por sus propios medios. Tanteó la manija de la rústica puerta de madera tallada en forma de raíces decoradas con flores, con las manos sudadas por los nervios recurrentes que atacaban su ser.

Al inclinarla hacia abajo, el sonido hueco y elevado indicó que se iba abriendo lo que impedía su paso, dándole espacio suficiente para que pudiera entrar. Dejó que la puerta se deslizara totalmente para poder espiar antes el interior del cuarto.

En completa oscuridad, iluminada apenas por algunos rayos de tenue sol que se colaban desde las raíces del techo, la visión no alimentaba esperanzas de una grata conversación. Kherion recorrió el amplio lugar con sus expresivos ojos verdes de derecha a izquierda, esperando hallar allí a su rey. Sin embargo, éste no se encontraba ahí, extrañamente. ¿Había encontrado el humor necesario para salir? Sinceramente, él nunca creyó que tuviera los ánimos necesarios para poder cumplir con sus tareas como si fuera un día común y corriente... O... ¿era que en realidad la confesión y los actos suyos no tenían importancia?

Al pensar aquello, el joven elfo silvano no pudo evitar sentirse aún peor de lo que ya estaba. De repente una tristeza mayor abarcaba cada célula de su cuerpo, humedeciéndole los sinceros ojos, secándole la garganta. Enfocado como estaba en su triste sentimiento apenas pudo notar la presencia repentina de Thranduil allí, quien venía subiendo los escalones del cuarto de baño que se hallaba debajo. Kherion subió la vista de pronto, encontrándose con la de su señor, quien tampoco se había percatado de que el otro estaba presente. Cuando ambos se notaron ahí dentro, se quedaron inmersos en una sorpresa repentina que no los dejaba moverse, ni siquiera parpadear, expectantes uno del otro, esperando.

Para servirle y amarlo eternamente [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora