Capítulo 7

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La mirada era lo que más le dolía. Esa mirada sólida sobre él, atravesándolo como un rayo, provocando que cada parte de su cuerpo comenzara a temblar levemente. Era como un poder superior que buscaba desequilibrarlo, hacerle peder la cordura, produciéndole alguna especie de crisis interna que lo desmoronaría en cualquier segundo. ¡No! De repente le faltaba el aire. Tenía que salir de allí...

- Debo... Tengo que...- Intentó decir, pero con cada sílaba que pronunciaba, su voz se gastaba hasta el punto en que se apagaba antes de que lograra formular la oración que supuestamente iba a validar que él saliera corriendo de aquel incómodo lugar.

Se echó hacia atrás, dando unos cuantos pasos, retrocediendo como si una fiera lo estuviera acechando. Sus manos sudorosas vacilaban de tal forma que debía moverlas de aquí a allá, tratando de no parecer tan incómodo como se veía, ni tan asustado como el otro percibía. Pero nada de eso le ayudó, claramente.

En lugar de eso, Thranduil se puso en pie, sin dejar de mirarlo ni por un segundo. Sus ojos le exigían que le explicara a qué se había referido antes; se lo exigían...

- No- Dijo el mayor, dando un paso seguro hacia Kherion. – Tú vas a quedarte y a responder la pregunta-

- ¿Q—qué pregunta?- Los labios ahora también comenzaban a temblarle, haciendo que sus palabras sonaran débiles, irresolutas.

- ¿Acaso debo repetírtelo todo?- Enojo. Había un claro enojo en la voz de su señor, y en su mirada aún más. De hecho, no parecía estar dispuesto a soportar sus descuidos ni sus tonterías hoy... El sirviente de la cocina tenía razón, su genio estaba de muy malhumor... - ¿Qué sucedió anoche?-

Y lo dijo. Lo volvió a repetir. Y de pronto, el asunto sonaba peor de lo que fue... Kherion, por su parte, estaba al borde de la crisis nerviosa. Intentaba por todos los medios no desesperarse, pero ver la imagen de su rey tan enfadado, tan expectante de su resolución, intentando que él se justifique por un acto que en realidad, dijera lo que dijera, no podía justificarlo... Era demasiada presión.

Abrió la boca en pro de decir algo. Nada. Su voz se negaba a salir, y tal vez se debió al hecho de que no encontraba nada bueno que decir, nada que lo ayudase. Los ojos se le humedecieron en ese instante, dispuesto a intentar que, por algún acto mágico, Thranduil le tuviera misericordia y lo dejase ir. Pero no. Eso no parecía querer ocurrir ahora mismo... Ahora mismo, quería una respuesta. Y pronto.

- Disculpe, señor-- -

La voz de alguien más los sorprendió a ambos; de tal forma que los hombros de Thranduil se levantaron de repente, al mismo tiempo en que se daba la vuelta, mientras que Kherion se asustó tanto que soltó la copa que aún llevaba en una de sus manos, provocando un molesto sonido que evidenció la ruptura del cristal en el suelo.

El soldado que había entrado al despacho se quedó viéndolos por un breve instante, pretendiendo, quizás, descifrar lo que parecía ocurrir allí. Al ver que los dos, tanto su rey como el vasallo real, se quedaron mirándolo tan fijamente, decidió que sería mejor decir algo.

- Mis disculpas... ¿Interrumpo algo?-

- ¿A qué venías?- La pregunta seca de Thranduil le indicó que no era un buen momento.

- Yo... quise traerle noticias sobre el último rastreo de Amanandan y su equipo, mi señor-

Viendo cómo el mayor se distraía hablando sobre asuntos de peritaje de las fronteras, Kherion dio un respiro aliviado, intentando relajarse un poco. Su espalda estaba tan entumecida que apenas sentía su espina dorsal.

Para servirle y amarlo eternamente [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora