Capítulo 8

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Thranduil parpadeó un par de veces antes de echar su cabeza, lentamente, hacia atrás. Existía una cierta confusión, como si sintiera que sus oídos habían escuchado mal, pero sabiendo que estos eran demasiado refinados para haberse equivocado... Confuso.

Miraba a Kherion mientras analizaba cada palabra que éste dijo. La expresión del más joven no titubeaba, extrañamente... Entonces, ¿estaría diciendo la verdad?

- Estás mintiéndome...-

La voz indecisa del rey se oyó dispersa en el ambiente, sin saber si era una pregunta o una afirmación lo que decía realmente.

Kherion, por su parte, intentaba pensar en cualquier cosa con tal de no canalizarse en la enorme mentira que acababa de decirle a su señor, para no sentirse culpable y echar a perder todo. Sí, pensaba en lo primero que su mente le arrojaba, sin querer interesarse en nada por mucho tiempo, para que la idea de que estaba faltándole a su cargo de la forma más terrible posible no evidenciara en sus ojos algo de culpa al respecto.

- No... No le estoy mintiendo- El tono ni siquiera le tembló, sorpresivamente. Tal vez fuera el hecho de que su cerebro estaba comenzando a entusiasmarse con la simple idea de que eso pudiera suceder, y reemplazara satisfactoriamente el recuerdo de aquella noche en un recuerdo fabricado que lo llenaba de sorpresiva... alegría... - No quise decírselo porque... Bueno, porque...-

Titubeaba. Ahora mismo, lo estaba haciendo. ¿Qué tanto podía mentirle en tan sólo un par de minutos? ¿Cuánta vergüenza le quedaría por restar?

- En realidad, creo que fue un accidente. Tal vez... usted perdió el equilibrio en ese instante y al caer se topó con mi rostro... La verdad, no sé cómo explicarlo, pero estoy seguro que no fue adrede, señor- Intentó justificar, para calmar su ansiedad desesperada que deseaba gritar la pura verdad en aquel instante. No. Llegado a este punto, sólo bastaba calmarse. Ya no se podía retractar...

- Eso no tiene ningún sentido...-

Las palabras de Thranduil salían dubitativas y apenas eran audibles, como un leve susurro que se negaba a brotar de su boca. Lo entreabierto de sus labios evidenciaba algo de su desconcierto, mientras sus ojos insistían en analizar detenidamente a Kherion, por ver si así lograba aclarar algo de lo que estaba ocurriendo.

Fricción. Entre ambos existía un ambiente de fricción constante ahora; ambos querían demostrarle al otro que estaba equivocado, a base de una profunda negación recurrente. El más joven mantenía su cabeza en alto, pretendiendo inculcar su propia personalidad errónea en un ser que aparentemente no lo conocía. De hecho, ni él mismo se conocía en ese momento; todo aquello escapaba de su comprensión.

"Esto está mal...", se seguía repitiendo, pero nada de lo que su conciencia le decía llegaba a hacerlo retractarse de su mentira. De verdad quería saber hasta dónde podía llegar. Quería conocerse en absoluto, y deseaba también conocer a su señor, ver cómo manejaba una situación así.

Thranduil bajó la vista durante un segundo, por primera vez, como si necesitara más espacio personal de repente. Sus fosas nasales se expandieron un par de veces, dejando ver la insistente falta de aire que lo aquejumbraba, que no lo dejaba pensar. El rey de los elfos del Bosque Negro estaba confundido... Kherion casi no podía creer lo que veía.

- Fuiste tú...- Susurró el rubio, manteniendo su mirada lejos de su vasallo, totalmente disperso.

- ¿Disculpe?- Un leve malestar en el pecho le indicó al joven que lo que venía podría ser una tormenta plena... Le daba mala espina...

- Todo este tiempo, fuiste tú...- Ahora sí. Levantó la vista, chocando sus perlas celestes contra el rostro de Kherion, quien se sobresaltó de tal forma que dio un paso hacia atrás repentinamente. – He confundido tu timidez con decencia... Nunca estuve tan equivocado en toda mi vida-

A Thranduil le bastó notar el nerviosismo que atacó a su vasallo de pronto al oírlo para saber que el otro, efectivamente, le estaba ocultando algo. Por su parte, Kherion había caído en la trampa de lleno, sin pensar siquiera que lo que estaba oyendo era un señuelo para observar su reacción... Su juego tenía doble filo, y no lo había notado antes.

- ¿S—Señor?-

La estupefacción en su voz de nuevo... Oh, esto se pondría realmente feo...

- Así que a esto has estado jugando todo este tiempo. A cazarme en la oscuridad. A fisgonear hasta que encontraste una brecha por la que podías pasar, y la aceptaste, ¿no?-

Sonreía... La sonrisa en los labios pálidos y carnosos de su señor lo estaba confundiendo totalmente. Esa terrible sonrisa era como un muro de protección alzándose delante de él, pero en el cual no podía encontrar refugio; ya estaba destinado a morir.

- Realmente me equivoqué contigo. Pensé que al ser un tonto podía confiar en ti- Continuó atacándolo el rey. – Pero era sólo una máscara, ¿no es así?- La brutalidad en su tono de voz estaba comenzando a aterrorizar a Kherion de una forma que jamás pensó. – Dime, ¿qué hiciste para conseguir que te besara? ¿A qué clase de artimañas me estuve enfrentando todo el tiempo?-

Oh... Pero aún así, todavía creía que fue él quien lo besó.

Silencio. El más joven no sabía bien qué decir para defenderse... O siquiera si tenía que comenzar a suplicar por su vida... Aunque en ese momento, poco le importó.

Quiso contestar la pregunta, pero simplemente no encontró respuestas, porque claro está que era una pregunta basada en una mentira que él mismo implantó en el ambiente. ¿Y ahora qué haría? ¿Qué podía salvarlo de la trampa en la que él mismo se metió?

Antes de que su mente desesperada pudiera apañárselas para salir del laberinto en el que los ojos furiosos de Thranduil lo había encerrado, la puerta del Gran Salón hizo estrepitoso sonido al abrirse lentamente y dejar el paso a una silueta delgada que caminaba ahora hacia ellos con la decisión y la elegancia que sólo los grandes elfos poseen. Se trataba de Legolas, Kherion pudo reconocerlo mucho antes de que llegara siquiera a la mitad del recorrido para estar junto a ellos. Mas ni esto logró hacer que Thranduil dejara de mirarlo con esas dagas celestes que perforaban su ser y lo hundían de lleno en la desgracia. No. No se volteó; pretendió que nada pasaba y continuó con su amenazadora mirada hacia su vasallo.

El príncipe se encaminaba intentando entender la situación, por qué su padre observaba a Kherion de aquella forma tan extraña, casi como si fuese un invasor en su tierra, un completo desconocido que le caía pésimo... Esa era la impresión que le daba en ese momento.

Justo cuando estaba a dos pasos de su padre, le oyó decir a éste las hirientes palabras:

- Te destituyo...- Su voz sonaba como una mordida en la oscuridad del lugar, arrastrando cada pequeña sílaba en su garganta, dando un indicio de cuán molesto estaba. - ... de tu cargo, ahora mismo. Regrésate por donde has venido-

- Espera, ¿qué está sucediendo aquí?- Inquirió Legolas, adelantándose unos pasos más para ver de cerca a su padre.

Sin embargo, Thranduil continuó ignorándolo, como si nunca hubiera llegado. Tenía cosas más importantes en la cabeza que el retorno de su hijo, aparentemente... Quizás, su enojo era mayor... Kherion al fin comprendía qué se sentía enfrentarse la cólera de su rey.

- No quiero volver a ver tu cara-

Para servirle y amarlo eternamente [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora