Capítulo 12

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Los brazos de Tania me recibieron con calidez en su hogar el lunes por la mañana. Continuaba tan aturdido por la noticia de la boda de mi padre, que lo último que deseaba era ir a la escuela y lidiar con mis compañeros y las actitudes prepotentes de algunos catedráticos, por ello le pedí que nos escapáramos, a donde fuese, y ella propuso que fuéramos a su morada después de las ocho, cuando sus padres se iban al trabajo y la soledad reinaba en el lugar.

El interior de la casa era igual de impresionante que la fachada externa. Era una construcción de techos altos, con refinados candelabros colgados en la altura y amplios ventanales hacia el jardín trasero, desde donde podía vislumbrarse la piscina y la sofisticada zona de parrilladas. La decoración era minimalista, con muebles y electrodomésticos de alta gama. No podía dejar de mirar hacia cada rincón, descubriendo más y más aspectos destacables. Sobre la repisa de la chimenea había una fotografía donde aparecían los cuatro integrantes de la familia Gallardo.

El matrimonio de sus padres era la definición del éxito. Ambos eran los abogados más influyentes en una importante firma jurídica de la ciudad. Pero antes de enfocarse en una familia viajaron por el mundo, aprendiendo de la diversidad cultural y participando en voluntariados en países de bajos recursos. Después de cuatro años volvieron a sus raíces y construyeron la hermosa residencia donde vivían felices y enamorados. O por lo menos esa fue la historia que Tania me contó.

Camila, su hermana mayor, estudiaba la carrera de negocios internacionales en el extranjero, y tenía planes de quedarse allá para casarse con Luke, su novio. No tenía una buena relación con ella debido a la distancia y a sus opuestas personalidades. Tania era extrovertida, un poco impulsiva y descontrolada. En cambio, Camilla era descrita como una cerebrito, de escasas amistades y aversión por las fiestas.

Le seguí escaleras arriba luego de darle un último y rápido vistazo al retrato. Me sentía atraído por la elegancia de su hogar, y aún estaba tan sorprendido que por un momento olvidé el motivo por el cual estábamos ahí.

Me dejé guiar por Tania, la cual tomó mi mano en el medio del camino y sus dedos juguetearon con los míos con entretenida diversión. El movimiento generó un ardor en la herida de mi nudillo, pero no me quejé, no permitiría que el insignificante dolor me apartara de esa caricia.

Caminamos por un largo pasillo, carente de decoraciones, pero bien iluminado por la luz que entraba a través de las claraboyas rectangulares del techo. Se detuvo frente a una puerta cerrada y me soltó para mirarme después de girar sobre sus talones hacia mi dirección.

—Quiero que sepas que eres el primer chico que entra a mi habitación —dijo con tono serio.

Asentí, sin prestarle la debida atención al estar observando el cielo a través de los cristales, sin embargo, cuando reflexioné su declaración, ésta me golpeó de forma abrupta, haciendo que todo lo demás se desvaneciera de mi mente y me estrellara contra la realidad de cara. Analicé el entorno con nerviosa rapidez: estábamos solos e íbamos a entrar a su recámara, esa era una señal para alarmarse, lo que ocasionó que me tensara. No iba preparado para una situación así, y no creía que ella lo estuviera, pero si así fuera me resultaría un poco extraño.

Tania insertó la llave en la cerradura y la puerta se abrió después de un leve chasquido. Respiré profundo, preso de la incertidumbre. Tal vez me estaba adelantando demasiado, y sus intenciones no estaban ni cerca de mis enrevesados y disparatados pensamientos hormonales. Ella sabía que me encontraba mal, no sería prudente tener nuestro primer encuentro cuando la tristeza cubría cada centímetro de mi ser y lo único que deseaba era desaparecer.

Su habitación era pequeña en comparación con el resto de la casa. Se distinguía de las demás estancias porque carecía de la esencia de simpleza y la falta de adornos. Había muchos objetos, de todos los colores posibles, aunque se mantenía el orden y la limpieza. Tenía un aroma a chocolate, el cual no era mi favorito, pero en ese lugar me agradaba.

Para la chica que siempre me amóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora