Capítulo 26

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Los primeros días después de una reconciliación tienden a ser los más difíciles e incómodos, porque realmente no sabes cómo actuar con la otra persona, si demostrar tu arrepentimiento o fingir que nada malo había sucedido. Aunque Ana y yo acordamos que intentaríamos no recordar las últimas semanas por el bien de nuestra amistad, pero el pesar seguía cargado sobre mis hombros como un constante recordatorio de mis errores, lo que me dificultaba tener una actitud relajada con ella.

En los ratos libres entre clases les pedía a David y Melissa que me acompañaran al salón de Ana, para que así Tania creyera que nos escabullíamos a otro lugar de la escuela, con el único propósito de mantener el drama y los celos al mínimo. Podía ser la actitud de un patán, mentiroso y desvergonzado, pero estaba pensando por el bien de todos.

La situación no les agradaba a mis amigos, decían que nada bueno saldría de ello, y que un pequeño fallo podría significar mi ruptura con Tania, no precisamente por mis encuentros secretos, sino por el conjunto de varios factores que la impulsarían a desconfiar de mí a un grado incontrolable. Y sí, tenían razón, pero a veces —por no decir la mayoría del tiempo— olvidaba pensar en las consecuencias de mis actos.

Sin embargo, había otra cuestión con la que debía enfrentarme ante cada encuentro con Ana: Miguel, su novio. Por lo poco que la pelirroja decía de él podía deducir que era un sujeto amable y comprensivo, pues aceptaba que secuestrara a Little Darling durante aquellos ratos, sin hacer preguntas ni mostrarse enfadado. La verdad es que envidiaba eso de su relación, la confianza que se tenían y la libertad que mantenían, siendo dos seres diferentes, individuales, unidos por un sentimiento... En cambio, Tania creía que fuimos separados por el cosmos en dos cuerpos extraños que en realidad debían estar fusionados como un solo ser. Exagerado, pero sus creencias generalmente era radicales y un poco teñidas por la fantasía.

Ana aseguraba que su novio no tenía algún problema con nuestra amistad, pero hasta el momento no había hecho nada por presentarnos, lo que resultaba extraño e incómodo. Robarme a la chica de un desconocido que sólo me dedicaba miradas a través del ventanal del aula. Tal vez era muy tímido, o simplemente no le interesaba conocerme, había cientos de posibilidades, pero intentaba no mortificarme por ello, si Ana decía que todo estaba bien, le creía.

La segunda clase terminó casi treinta minutos antes de la hora programa, y para ese punto ya sabía que la profesora de Ana no había asistido, por lo que tuvo dos horas libres y se encontraba en la cafetería con su nuevo grupo de amigos, entre los cuales se hallaban Samantha y Miguel. Durante clases nos gustaba enviarnos textos, como solíamos hacerlo al principio, por ello sabía cuál era su ubicación en tal momento.

Mi plan era ir con ella y almorzar juntos en algún lugar alejado dentro de la escuela, donde pudiéramos conversar tranquilamente sin la mirada de terceros sobre nosotros. Sólo necesitaba escaparme sin ser interrogado por Tania, lo que en teoría resultaba sencillo con la ayuda de mis amigos.

—¿Nos vamos? —Catalina preguntó en voz alta, dirigiéndose a nuestro grupo—. Muero de hambre.

—Hoy me toca invitarte el desayuno. —Andrés la abrazó rodeándola por los hombros.

Últimamente ese par pasaba mucho tiempo juntos de una manera sospechosa, pero no quería preguntar antes de tener pruebas a las cuales aferrarme para insinuar alguna atracción entre ellos.

—Vamos. —Hice un gesto con la cabeza para que los demás nos siguieran.

Melissa, Mario y David caminaron de cerca, conversando algo acerca de un examen que se aproximaba. La verdad es que no estaba preocupado por mi rendimiento en esa prueba, ya que era un tema relativamente sencillo, y para entonces mi única preocupación radiaba en mis relaciones interpersonales. Además a Mel y a mí nos gustaba decir que una calificación no definía la inteligencia, sólo se trataba de un número... Por supuesto, era un lema que sólo funcionaba como engaño para hacernos sentir mejor con nuestras miserables notas.

Para la chica que siempre me amóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora