Llega la tan esperada hora de recreo.
Suspiro y salgo del aula a paso lento.
Sin más, me siento en una de las bancas que hay en el patio.
Desde ahí te puedo ver.
Estás conversando con unos amigos de forma muy amena. Sin embargo, cuando nuestras miradas se encuentran, ambos volteamos la cara de inmediato.
Me siento incómoda. Ni siquiera tengo a Victoria a mi lado para que me dé esos consejos que mi corazón siempre ignora.
Ella ha faltado hoy y la extraño como si no la hubiera visto en cuatro meses.
Estoy a punto de levantarme de la banca para meterme en el salón, cuando una mano se posa sobre mi hombro.
Volteo a ver de quién se trata.
Es Luisa, una de mis compañeras de clase más cercanas.
— Todavía lo extrañas, ¿no?
Yo me quedo en silencio por unos segundos, perpleja ante esa inesperada pregunta.
— Sí, es inevitable —musito.
Ella esboza un gesto de tristeza en su rostro y se sienta a mi lado.
— Entonces, ¿por qué no vas y se lo dices?
Abro los ojos desmesuradamente ante esas palabras. Jamás imaginé que alguien me diría eso.
— ¡Pero si él me engañó!
— Nadie está libre de cometer errores. Siempre he pensado que todos merecemos una segunda oportunidad.
— Victoria siempre me aconseja que...
— Ahora no importa lo que piense Victoria. Importa lo que sienta tu corazón.
Esas palabras me reconfortan un poco.
Luisa me sonríe. Yo le devuelvo el gesto.
Entonces, levanto la mirada y noto que nos estás observando.
Ahora lo entiendo todo...
— Agradezco tus consejos, Luisa, pero dile a Darío que si me quiere decir algo, lo haga él mismo. Odio que mande a alguien más a hacerlo, ¿de acuerdo?
Y sin esperar una respuesta, me levanto y me marcho del lugar a paso ligero.
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Y sin embargo, te quiero
Short StoryUn error lo comete cualquiera. Sin embargo, hay algunos que no solo destrozan un corazón, sino que arrasan con dos. O con tres. ¿Qué tan difícil es afrontar una infidelidad?