ÉL

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Sentado en unos de los banquillos de la escuela, me sumerjo en la melodía que sale por mis audífonos. Cierro los ojos y trato de no pensar en nada ni nadie, a pesar de que el bullicio no facilita mi tarea.

La canción que empieza a sonar ahora es Todo de Pablo López. Esa que te canté aquella noche en mi casa. Esa que me permitió calar en ti y hacernos más fuertes, eternos... casi invencibles.

<<Todos los días que dure mi vida, yo te los regalo...>>

De repente, siento que alguien se ubica a mi lado. Abro los ojos de improviso y el corazón se me comienza a acelerar desmesuradamente.

Eres tú.

Separo los auriculares de mis oídos, te miro y no sé qué decirte.

Tengo tantas cosas en mente, pero mis labios no consiguen moverse.

Esa sensación de estar y no estar. Esa sensación de querer convertirte en papel y escribirte eternamente. Esa sensación de felicidad, de la más pura felicidad... sensaciones que solo tú sabes provocar.

— Tenemos que hablar, ¿no?

Apenas dices eso, ya quiero abrazarte. Amo tu voz, pero la amo más cuando me hablas mirándome a los ojos, haciéndome partícipe de un momento que ojalá nunca acabara.

— Por supuesto que sí. Hay mucho que tenemos que contarnos.

Entonces te sientas más cómodamente, me escrutas y sonríes. Y en ese instante siento el mundo a mis pies.

— ¿Sabes? Estuvimos equivocados todo este tiempo. De quien estaba enamorada Victoria era de mí.

Cuando pronuncias esas palabras, me quedo paralizado. Aunque era fácil de notar la dependencia que ella sentía hacia ti, nunca hubiera esperado ese desenlace.

Me hablas sobre su intento de besarte, sobre lo que hiciste después y sobre lo confundida que te encuentras en estos instantes.

— A veces pienso que tú y yo solo hemos sido víctimas de las personas que nos rodeaban, que hemos sido esclavos de su accionar y de ese secretismo que tanto daño nos ha hecho.

Por cómo me miras y por cómo me hablas, siento que mi desesperanza empieza a morir lentamente para abrir paso a ese rayo de luz que busca colarse por las cortinas que rodean mi interior.

— Sí, en cierto modo, hemos sido víctimas. Pero solo de nosotros depende seguir siéndolo o armarnos de valor y salir victoriosos de esto.

Al momento de decirte esto, agachas la cabeza y estiras los brazos. Yo aprovecho ese instante para tomar delicadamente tu mano. No te apartas. Solo me miras con un brillo en tus ojos, con una sonrisa en los labios y con mi corazón en tus manos...

***

Este es el penúltimo capítulo. Estoy un poco emocional, ¿saben?

Muchas gracias por esos 50K leídos. De verdad, significan mucho para mí.

Un fuerte abrazo y recuerden que pueden encontrarme en Twitter e Instagram como ---> rodalejandroq

No quiero que la novela acabe :'(

Posiblemente suba el viernes el último capítulo y el domingo el epílogo. 

En fin, me despido. Que tengan un día fenomenal  <3

Y sin embargo, te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora