Luisa me mira, me sonríe y asiente con la cabeza.
Yo hago lo propio.
Me armo de valor y toco el timbre. Los segundos siguientes son de incertidumbre.
Siento que me empiezan a sudar las manos. Trato que controlar mi respiración, mientras que froto mis palmas contra la parte delantera de mis pantalones.
De repente, la puerta se abre.
En ese momento, siento que mi corazón se detiene. Estoy muy nervioso y sé que durante los siguientes segundos me será muy difícil articular palabra alguna.
— ¿Qué hacen aquí?
— Queremos hablar contigo.
— Yo no deseo hablar con ustedes —y hace amago de cerrar la puerta.
— Espera, Miguel... por favor —me atrevo a decir yo.
Él me mira, enfurecido. Ese instante me destroza. Jamás imaginé tener a quien fue mi mejor amigo, frente a mí, tratando de contener su resentimiento.
— ¿Podemos pasar?
Miguel parece rendirse.
— Adelante.
Pasamos y Luisa y yo nos ubicamos distanciadamente. El anfitrión se queda parado, con las manos en la cintura.
— Miguel, sé que nos hemos equivocado.
— ¡Mira tú! Ahí viene el cabrón diciendo <<nos hemos equivocado>>—me imita él.
— Por favor, no hemos venido aquí para discutir.
— Lo sé, Luisa, pero... ¿qué quieren de mí? ¿Que les de la mano, un abrazo y hacer como si nada? No, ambos se han reído de mí en mi puta cara.
— Sabes cómo se dieron las cosas. Victoria me amenazó...
— Ah, ¿sí? Y si sabías que no habías hecho nada malo, ¿por qué no me lo contaste?
— Las cosas se dieron muy deprisa. Lamento mucho no haberlo hecho.
Miguel empieza a caminar lentamente en círculos con la cabeza gacha, mientras que Luisa y yo nos miramos, apenados.
— Fui un imbécil. No supe valorar tu amistad y no espero que me perdones, porque no lo merezco, pero me es imposible seguir con mi camino sin antes pedirte disculpas de todo corazón. Eres un tipo fenomenal que no merecía nada de esto.
Tras mis palabras, él me mira, decepcionado. Yo trato de levantar la cabeza, pero me es imposible. La vergüenza me puede.
— Miren —dice Miguel—, aprecio sus ganas e intenciones de arreglar las cosas, pero entiendan también que esto es algo muy difícil de digerir —detiene sus pasos por fin y nos mira fijamente—. No les guardo rencor. No soy una persona así. Y sí, disculpas aceptadas, pero entiendan que al menos de momento, no los quiero tener en mi vida. Quiero reflexionar, meditar, dedicarme a mí mismo. Quiero volver a ser aquel tipo que siempre fui. Y lo quiero conseguir lejos de ustedes.
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Y sin embargo, te quiero
Kısa HikayeUn error lo comete cualquiera. Sin embargo, hay algunos que no solo destrozan un corazón, sino que arrasan con dos. O con tres. ¿Qué tan difícil es afrontar una infidelidad?