Veo que te quedas inmóvil tras las palabras de Victoria.
Mientras tanto, esta me guía hacia la calle, donde todos los alumnos de la escuela empiezan a dispersarse.
— No tenías que ser tan dura con él —comento.
— ¿Que no? Por favor, Gema. Qué fácil es poner la cara de perro desolado después de haberte hecho tanto daño...
— ¿Y si quería aclarar las cosas conmigo?
— ¿Aclarar? —pregunta ella, esbozando una sarcástica sonrisa—. Lo que él quiere es volver a llenarte la cabeza de falsas ideas para que lo perdones.
En ese instante, me quedo callada. Quizás Victoria tiene razón. Ella solo quiere protegerme.
— Entiéndeme —continúa—. Yo ya he pasado por esto un montón de veces. Sabes que me quedaría horas hablándote si empiezo a contarte sobre las veces que me han visto la cara de tonta. Por eso no quiero que lo mismo te suceda a ti.
Cabizbaja, solo atino a escuchar los consejos de mi mejor amiga.
Entonces pienso: ¿Qué hubiera pasado si ella no hubiese actuado?
Probablemente te hubiera escuchado, me hubiera dejado envolver por tus patrañas otra vez y quizás, al cabo de unas semanas, te hubiera perdonado.
Y es que, aunque Victoria no lo entienda, no consigo imaginarme junto a alguien que no seas tú.
Me lastimaste muchísimo, Darío...
Y sin embargo, te quiero.
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Y sin embargo, te quiero
ContoUn error lo comete cualquiera. Sin embargo, hay algunos que no solo destrozan un corazón, sino que arrasan con dos. O con tres. ¿Qué tan difícil es afrontar una infidelidad?