Primera parte: La juventud (Helena) Capítulo 1: "Mi energúmeno padre"

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Se habrá dado cuenta que el reloj ya marcó las doce en punto o tendré que ser nuevamente yo quien lo despierte de sus altaneros pensamientos sobre su propia persona. Una vez más Helena saliste perdiendo.

–Una vez más te estás visualizando en tercera persona mí querida Helena, no haces más que pensar en ti.-

-¡Padre! Me has asustado, estaba metida en mis pensamientos pero... ¿Cómo has adivinado que me refería a mi misma en tercera persona?- tensa llena de miedo, inexperta, tarada, cobarde...

-Pues como no Helena ¡si eres idéntica a tu madre! Además siempre que estás conmigo, te quedas viendo el picaporte de la puerta con tal mirada de duda, confusión y desesperación.-

-Es que se nos hace tarde. ¿Y en qué me parezco a mí madre? Porque en lo guapa no creo que sea.- Bufé dulce, pero tarada e insegura que sabe bien que ni un poco de autoestima posee en la piel. El día que por fin lo logre vencer en una, es porque en alguien fascinante me convertiré.

-Muy graciosa Helena... Tu madre fue y es un desastre, como toda su familia, nació para estafar y para con todo el mundo bien quedar, una calamidad egocéntrica que sólo busca sacarme dinero pretendiendo fingir en la calle que es auto-suficiente.- Difamas, denigras y con eso te sientes bien, bajo mi miseria te gusta esconderme y en mi tragedia también, la victoria en tus huesos gozas siempre sentir. 

-Padre se nos hace tarde...- Volví a repetir, cambia el tema Helena, es lo único que sabes hacer, de igual manera no quería perder el vuelo, o terminar aquella conversación. –Muy bien Helena, arregla tus cosas que a casa hay que regresar, ya para la noche de hoy, con tu madre podrás estar.- Dijo en verso, todo inglés y galante, a quien quería engañar con es pinta y actuación de primera. Quien lo vea lo compra, si supieran en realidad quien es.

Por otro lado, odio que subestime y denigre a mí madre, pero él es sólo un hombre que a todo el mundo sabe odiar, no ha hecho más que daño y eso nunca va a dejar de ser igual, nunca podrás cambiar a alguien cuya personalidad ya se radicó de una manera, sea para bien o para mal, lo echo ya listo está y eso es algo que jamás se podrá evitar. No se trata sino más que de un maltratador que poco a poco necesita sentirse con poder, puesto a que dentro de poco, no quedará más que solo.

Estoy regresando de un viaje de negocios con mi padre, pues como él, quiere someterme a sus legados empresariales, nunca se ha dado ni una remota idea de que lo único que quiero hacer con mi vida es escribir. Y mucho menos ha intentado darme una chance para reconocer mi potencial, la verdad no es como que me importe mucho, con el tiempo he aprendido que la valoración de los demás nunca me debería de acomplejar.

-Helena.- Su voz terminal pronuncia mi nombre.

-Padre.- Seca o llena de miedo, la respuesta jamás me sorprende.

-Es momento que vueles y sigas mis pasos, pues cuando cumplas la mayoría de edad en un mes, te mandaré a mis oficinas superiores en el estado de Londres en Inglaterra.- Corta de palabras y de valor me había quedado, no es nada nuevo en mí, pero tampoco es saludable.

-Pero padre, no creo que pueda ser posible...- Me quejé saliente para quitarle el orgullo.

–Sólo yo sé y decido lo mejor para tu futuro, el que se oponga o tenga alguna objeción tenlo por seguro que de mí consentimiento jamás se privilegiará. Incluyéndote Helena.- Sin voz me ha dejado, una vez más la batalla las has ganado, no te cansas nunca de abusar de mis temores, de mis mayores pesadillas tu diriges a las peores. Nunca me puedo enfrentar a él, es tan impredecible y temperamental que la sola idea de alzarle el tono de voz me tiende atemorizar.

Vuelvo a casa y con ella a la calma, bajo los brazos de mi madre una vez más me siento a salvo, no importa que tan grande mi forma física pueda crecer, siempre seré una cobarde que a mi propio padre siempre le voy a temer.

Paul y Helena Donde viven las historias. Descúbrelo ahora