Capítulo 20: "Cruz de mentiras"

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Estoy segura que todos alguna vez hemos escuchado la frase "Más vale una verdad que duela a una mentira que ilusione" ¿Pero en verdad es necesario que la mentira ilusione? He escuchado tantas mentiras que ya hasta ni recuerdo porque existe la verdad. Hay mentiras que protegen y verdades que matan, pero no por eso deben esconderse. Cada mentira cae bajo su propio peso e ignoran las consecuencias como sí ellas no fueran las responsables de ellas.


La verdad es precisa, injusta, realista y directa. No importa cuanto lo ocultes, es un hecho y así será. No todos son capaces de ver la mentira como algo malo, ya que todavía existen sus subdivisiones que las siguen utilizando con el fin de "Cuidar o proteger" No se trata de cuanto utilices la mentira con ese propósito, se trata de cuanto vas a herir a la victima el día menos pensado que está caiga.

En dos días vendrá mi padre y a penas lo estoy recordando ahora, será posible que mi cabeza haya estado tan ocupada pensando en mi amado Paul en lugar de preocuparse por mis propios asuntos, realmente me había noqueado muy fuerte el cariño que hoy siento por ese muchacho. Lo único que deseaba hacer era estar a su lado como de costumbre, para mi permanecer junto a él era como cada día el sol al viento y la luna a las estrellas, era preciso porque así debía de ser.

-¡Señor Hamilton!- Lo vi pasar por la puerta directo hacia al jardín, lugar en el que yo estaba con mis libros intentando estudiar.

Estaba desanimado, hace un día que no sabe nada de Paul, al igual que yo. Mi espíritu guerrero se animó a ir por él, la cuestión giraba en torno a sí dicho señor se animaría también. Nuestro único óbice era la interposición entre el orgullo y el miedo al dar la cara ante tantas mentiras que había de por medio.

-¿Helena crees que se encuentre bien?- Su sentido común y humano estaba al borde de su piel, se sentía la pena y la vergüenza, el señor ni siquiera podía verme a los ojos.

-Sólo podremos averiguarlo si vamos a buscarlo.- Le brindé mi más cordial aliento de fuerzas, con una sonrisa forzada que ya ni valía nada.

Tres minutos intentando visualizar los posibles lugares en los que podía estar. Muy obvio, el casino pero realmente con lo molesto que esta iba a ser tan tonto como para irse al lugar más común a esconder su furia. Analicé la situación detalladamente.

-No perdemos nada intentando.- Decía Hamilton, más que culpa sentía preocupación.

Luego como una idea fugaz mi cabeza recordó lo que exclamé como respuesta a nuestra salvación. -¡April!- Recordé a la peculiar y muy alocada amiga de confianza de Paul.

En el auto del señor nos dirigimos al casino, no encontraríamos a Paul cosa algo predecible pero si a April, la arriesgada señorita. Me dio tanta alegría verla, ella era nuestra llave maestra para encontrarlo. Nos notó preocupados y no obstante nos confesó que Paul también estuvo con ella y no con esa energía tan particular que lo caracteriza.

-Estuvo por aquí, charlamos y lo vi agotado, no sólo física sino también emocionalmente, quise sentarme con él para bromear, lo usual levantar sus ánimos pero sólo me pidió prestado mi auto y salió de la ciudad, estoy preocupada por él.- Que había salido de la ciudad, era lo último que necesitábamos.

-¿Qué tipo de auto era?- Preguntó Hamilton con la intención de buscarlo.

-Un corolla blanco descapotable.- Luego rápidamente recordé aquel auto blanco en él un día fue a buscarme a la universidad. "Digamos que me lo prestó un amigo" Dio por excusa.

-Con que ese auto era tuyo...- Me emocioné al verla.

-Eso quiere decir que lo conoces.- Me ofreció una sonrisa de orgullo, que admirable, una joven con tan preciosa y lujosa carrocería andando en las calles, más aun era curioso la confianza que tenía para prestárselo a Paul todo el tiempo.

Paul y Helena Donde viven las historias. Descúbrelo ahora