Capítulo 11: "Los golpes que recibe un maestro"

32 4 0
                                    

A ningún creyente le gusta pensar que su Dios lo obliga a recibir golpes para así auto superarse y ser más fuertes, sin embargo no saben que están equivocados. A ningún creyente le gusta imaginarse que su propio Dios le enseñé que con unos cuantos golpes el maestro se hará más auto suficiente. ¿O es que a caso creen que sólo la práctica hace al maestro? Sí solamente fuera con la práctica, les puedo asegurar que ya más de una persona sería magna cunlaude en cuanto a recibir los golpes que nos depara la vida.

La tarde después de aquella en el jardín de rosas y espinas, quedé dudosa en cuanto a muchas cosas, lo que sentía no era igual a lo que quería y esto rápidamente se convirtió en un problema para mí.

-Helena, mañana sabremos si ingresarás o no a la carrera. ¿No te sientes emocionada?- Preguntó el señor Hamilton acercándose a mi persona, con su mano izquierda sobre mi hombro, le regalé la más sincera sonrisa.

-No mentiré, estoy tan nerviosa.-

-Es normal que lo estés.- Compartió acariciando mi cabello en señal de cariño para transmitirme confianza absoluta. .Eres una niña fuerte Helena- Continuó -Tú y tu madre en verdad lo son.-

Mi madre es mi inspiración a seguir y mi más claro ejemplo de fortaleza y empeño, una mujer tan irrompible como el diamante y tan fresca como la brisa de verano, una mujer que aguantó lo abusos de mi padre, más los golpes de su familia. Un vivo ejemplo de un aprendiz convertido en maestro, su juventud la marcó la calma pero no bastó a engendrar a su pequeña para entender el verdadero significado de aquel frío concepto que en realidad viste a la vida.

-Ella se parece mucho a usted señor.- Aquel hombre quedó asombrado.

-¿Por qué lo dice joven Helena?-

En aquel preciso momento me sonreí. -Es que ambos permanecen sonrientes y llenos de vida, color y espíritu, sin importar que.-

Siempre que pienso en mi madre vienen a mi mente muchas imágenes de una pequeña adolescente y su madre, las cuales lloran descontroladamente en el baño de su hogar. "Perdóname hija, por el padre que te he dado" No importaba cuantas veces alguien caía o alguien sufría, ella sólo se disculpaba y hacia adelante continuaba.

-Se que está muy mal por lo de su hijo.- Quizás no debía pero si lo hice, toqué aquel indeseable tema y expresé mis admiraciones.

-Señor, no se rinda, quizás esté no era su momento, pero dese otra oportunidad.- Quería continuar pero el señor Hamilton me detuvo.

-Lo sé Helena, lo sé.-

Sus abrazos eran tan puros, sus ojos llenos de vida, se pintaron con el frío contraste de la oscuridad.

-¡Pero no se deprima, siga adelante!- Seguí insistiendo. Todavía le hacían falta más golpes a este pupilo, para convertirse en el mejor.

Se necesita caer, crecer, sufrir, llorar, perder. Para llegar a alcanzar las pisadas de un verdadero maestro. A veces las personas que más golpes recibieron en su pasado, son las que menos se quejan en esta vida, pues ellas son las que saben mejor que nadie, lo que es recibir un buen golpe para renacer en él. ¡Creyentes no paren de creer! Pero tampoco teman en aceptar que quien más sufrió en su pasado, es porque así fue predestinado por su superior, sólo para de ese modo convertirlo en la mejor leyenda.

-¡Helena!-

Aquella hermosa voz retumbó por el jardín a las siete de la mañana.

-Pau...- Fue lo único que analice que sería, después de aquel final tan destripador, supuse que él querría su venganza.

-¿Qué haces acá?- Pregunté amable aun así en mis frías e insoportables mañanas.

-Hoy es un gran día- Dijo tan simple, sin vueltas, sin rodeos. Le ofrecí un poco de café y con eso lo distraje, ya era tiempo de preguntarle.

Paul y Helena Donde viven las historias. Descúbrelo ahora