Capítulo 10: "Un jardín de rosas y espinas"

19 4 0
                                    

Una mañana tranquila en el jardín de los Hamilton es una mañana común, en la cual se pueden escuchar a las aves cantar, apreciar el orden cromático de las flores presentes o inclusive admirar la variedad de tamaños y formas de arboles presentes. Eran aproximadamente ciento setenta metros de naturaleza y tranquilidad. Sin embargo otras mañanas aquel jardín poseía un entorno de tensión suspenso y ansias. Las aves no cantaban sino que balbuceaban, los colores se entristecían y se tornaban grises y en cuanto los arboles, sus tamaños y hojas descendían al igual que la brisa. Era un jardín de rosas y espinas. Sólo esté decidía cuando lo visitarían las rosas y cuanto lo atacarían las espinas.

-¡Helena te he buscado por todos lados!-

-Paul mi buen amigo.- Suspiré al verlo.

-Que idiota fui que no se me ocurrió buscarte aquí antes.- Dijo con una sonrisa tonta, su mirada casi parecía embobada con la mía.

-¿Por qué esa cara?- Pregunté al notarlo tan contento, era una cara de alegría perdida, como si alguien que gustara de él le hubiese dado un mismísimo beso.

-¡Pues que más!- Me dijo con una expresión seria pero con un tono divertido, como si fuera obvia la respuesta. -Quería verte Helena.- De repente aquella expresión jocosa se torno penetrante y enternecedora.

-Altas declaraciones.- Bromeé.

Un choque de culturas, una mezcla de talentos, una bomba de sensaciones juntada con un huracán de emociones y personalidades. Paul es tan distinto pero a su vez tan similar a mí.

-Me encanta verte feliz.- Dije al ver su amplia sonrisa de perfil, esté comenzó a ver sus manos, como si mi comentario lo hubiera hecho sentirse apenado, era toda una criatura llena de ternura esté chico, una cajita de sorpresas, cuya capa de altanería era fácil de ignorar y notar al verdadero ángel que está llevaba adentro.

-Estas muy graciosa hoy poeta bonita.- Su mano llegó a mi hombro y así la mía decidió acompañar a la suya también.

Paul se sentiría bien o estaría en algún tipo estado extraño, tanto cariño en él no era normal, mucho menos esa aura llena de alegría, o pasar horas sin escuchar sus molestos e irónicos comentarios.

-Se honesto- Me enserié -¿Qué pasa contigo?

Pues como dije antes el jardín sabía cuando lo visitarían las rosas, o cuando lo atacarían las espinas.

-Helena, no seas así tan cruel, solamente vine porque quería hacerte compañía, estoy feliz porque tengo este hermoso día y tu presencia conmigo, deja de ser tan obstinada y disfruta el ambiente.-

Me había dado una lección, que raro yo siempre con mis desconfianzas.

-Tienes razón, no puedo seguir dudando de mi musa de tres días.-

Su expresión de confusión era todo un poema.

-¿Mu qué de qué?- Su desconocimiento lo hacía lucir tierno, no sabía si contarle o que él mismo se dé cuenta con el tiempo.

-Ay Paul.- Decidí callar.

-Helena habla.- Me retó. -Ya abriste la boca y para que te deje tranquila ahora vas a tener que decirme.-

Que persistencia y carácter, era un entusiasmo que nunca había visto presente en él anteriormente.

-Hmm cono que alguien también renació.- Intenté sonar igual de sarcástica que él, pero era imposible aquella cualidad era única e inigualable en él, sin embargo esté se siguió quejando.

-¿Helena que tantas cosas sin sentido dices?-

Paul seguía intentando sacarme información, pero decidí abrirme más con él y contarle todo.

Paul y Helena Donde viven las historias. Descúbrelo ahora