Capítulo 21: "Laberintos"

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Todo lo que nos rodea es un laberinto, no somos más que grandes extensiones enredadas con un fin conectado en un mismo camino. Todo se conecta, todo se entrelaza y todo se halla en esta vida. Todo fue creado para unirse y eso sólo así porque todos fuimos creados igual de entrelazados como un bendito laberinto.

Yo era dispersión, sin ningún rumbo al cual llegar o sin camino concreto al cual cruzar, no me hizo falta un mapa o una brújula para entrelazarme con Paul con quien más adelante me encontraría al final del camino.

Paul estaba naufragando entre lo disperso y lo oscuro, sin dirección al igual que yo no le quedó de otra que seguir vagando, no tardó en cruzarse conmigo quien al fin y al cabo fue mi pareja otorgada por el destino. Somos un laberinto que termina adjunto en la misma casilla, somos una alianza que se entrecruza en el mismo vagón una y otra vez.

"Somos tú y yo contra ellos mi amor" Que palabras de aliento fueron aquellas, las que me hicieron confiar una vez más en él. En verdad estaba haciendo lo correcto al confiar ciegamente en este hombre. Había llegado ya el gran día en el que llegaría mi padre a evaluar mi trabajo, el cual según él yo lo llevaba al pie de la letra en sus negocios. Paul estuvo más decidido que nunca en manifestarse en la conversación, planeó en ocultar su identidad, aunque varias veces le comuniqué que era literalmente inútil porque ni mi padre debe recordar a Azucena y debido a lo que he vivido con él, ella tampoco recuerda a mi padre, es decir mi padre siempre fue un mujeriego sin causa, las dominaba y ni siquiera le importaba conocer el nombre de su víctima. Al menos eso me contó mi madre la cual una vez cayó redonda en su juego, sin embargo fue también la que más profundo cayó en el hoyo.

Me estaba arreglando pues a mi padre si no lo recibes con buena pinta, es como si no lo recibiera nadie; Era tan quisquilloso en tantos aspectos, de hecho un dato curioso de él es que todas, absolutamente todas las mucamas que trabajaban para él no duraban ni un mes, una lo hizo y creo que fue mucho.

Terminé de arreglarme y ya poco a poco comenzaba a temblar, tengo tanto tiempo sin verlo y sé que lo primero que hará al verme será reclamarme, no importa de qué o porqué, sólo lo hará y punto. El señor Hamilton se ofreció a buscarlo al aeropuerto mientras yo me quedaba en casa con Paul teniendo el último ensayo antes de que por una vez yo misma suba el telón.

-Helena recuerda todo lo que te he dicho.- Paul repasó cada paso, cada apunte y cada nota.

-Si sientes miedo no bajes la cabeza, la frente siempre firme, bien alta.-

-Entendido.- Estaba tiesa cual soldado escuchando a su mayor.

-Deja de temblar tanto, mientras más inseguridad le demuestres, mayores serán sus intenciones de manipularte, firme Helena, firme.-

En ese omento tomó mis manos las cuales poco a poco a medida que su voz me tranquilizaba estás dejaban de oscilar. Notó mis músculos tensos y una vez más aconsejó.

-Helena firmeza no signifique que seas una roca, suéltate, libérate, relájate, mientras más fresca, suelta y segura, habrá más confianza en ti misma.-

-Muy bien.- Suspiré mareada.

-Respira bien.- Regañó al notar mi áspero suspiro.

Sentía como si fuera a vomitar, a penas y contenía las ganas de llorar, había dejado de vibrar gracias a Paul pero es casi imposible que oculte mis nervios, cuando tenía diecisiete años intenté pedirle permiso para salir de viaje con una amiga y luego terminó diciéndome que no iría a ningún lado porque era una inútil que no sabía cuidarme sola, suena absurdo pero tenía razón.

-Helena...-

Paul tenía tanta fe en mí, como no iba a sentir presión, todo con su madre fue un desastre y guardaba con él la ilusión de que conmigo no sucedería lo mismo pero yo estaba segura que si sucedería algo completamente idéntico o quizás hasta algo mucho peor.

Paul y Helena Donde viven las historias. Descúbrelo ahora