Capítulo 5: "Una musa de tres días"

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Estoy a tres días de lograr lo que nunca antes me había imaginado, sólo a tres días de tomar un rumbo elegido por mi misma voluntariamente, algo nunca antes visto por mí o por la humanidad entera. Estoy a tres días de que está nueva y renaciente Helena por primera vez logré lo que desea de una manera audaz y valiente. Tres días, sólo tres días de hacer por fin algo de lo que yo quiero para mi bien y felicidad, todo parece casi imposible e irreal ¿quién hubiese imaginado que una triste, vulgar y silvestre Helena como la que era iba a llegar tan lejos? De repente una concreta y muy peculiar imagen viene a mi cabeza y se trata de Paul, ese momento en el que me tomó de frente y sosteniendo mis manos acompañado de una mirada llena de fe me dijo "Estoy seguro que todo lo que quieras lo podrás alcanzar." No se trata de lo que me dijo, sino como me lo dijo, simplemente lo hizo con su tierna, grave y dulce voz llena de algún tipo de esperanza en mí, tan convencido y lleno de seguridad, esa simplicidad y soltura, no la posee cualquiera.

-¡Pero qué hago aquí tirada, tengo una carta que redactar!- Me paré del suelo de madera del cual siempre me ha gustado recostarme para dirigirme a mi escritorio y realizar la mayor obra que mis manos hayan podido crear. Una vez que tomé el lápiz y el papel para dar inicio a lo que sería mi entrada a mi futuro, el señor Hamilton entró a la habitación con el teléfono fijo de la casa en sus manos y para ser honesta la expresión de su rostro no comunicaba nada bueno...

-Es tu padre- Dijo entre susurro cediendo el teléfono a mi persona. Antes de retirarse de la habitación me regaló otro pequeño susurro el cual sólo lo detecté con una lectura de labios, el cual decía "suerte" y así nomas se retiró.

Suspiré profundo y atendí nerviosa, una vez más la vieja Helena muestra su forma.

-Buenas...- Dije con un notorio temor.

-Helena, veo que sigues siendo la misma chiquilla insegura de siempre, más te vale no actuar de esa forma frente a mis clientes hija.- Sus clientes, hmm si tal sólo supiera.

-No padre, dalo por echó.-

-Muy bien vamos a lo importante Helena... ¿Qué tal todo, ya estás tomando el ritmo de Londres?-

-Eso creo.- No paraba de temblar. Hablar con él era un como un incierto infierno, jamás sabías como podría reaccionar ante lo que sea.

-¿Y ya te encargaste de las deudas?-

-¿Deudas, qué deudas?-

-¡Como que cuales deudas Helena!- Comenzó a regañar. –Te mande para allá por un propósito, que tomes los negocios de la familia y lo más importante, que ayudes a cubrir los gastos y cuotas pendientes de éstos en Inglaterra, ni una simple tarea puedes hacer o que.-

Los gritos de mi padre tenían un efecto muy particular en mí. Cuando era niña mi padre siempre peleaba con mi madre y se gritaban frente a mí, recuerdo que la insultaba y hasta la denigraba, utilizando sus gritos, la violencia verbal siempre fue parte de él. Gritos, llantos, alaridos. A veces la golpeaba, la mayoría del tiempo la amenazaba, es más que un trauma, era una constante tortura psicológica para mí, puesto que a medida que fui creciendo él seguía humillándola a ella y yo siempre me quedaba callada, jamás tuve los ovarios para defenderla a ella como se lo merecía y dudo que con lo cobarde que soy pueda llegar a defenderme a mí. Lo mismo era con las madres de Crystal y Angolina, la única diferencia es que estás pudieron zafarse más rápido de él, puesto que tenían su mismo carácter y a esté jamás se le quedaron calladas.

-No grites por favor...- Supliqué.

-No Helena, es tiempo que madurez de una buena maldita vez, siempre yo manteniéndote a ti y a tus malditos estudios para nada, lo único que quiero es que no termines siendo una pútrida ladrona como la que es la asquerosa desgracia de tu madre-

Paul y Helena Donde viven las historias. Descúbrelo ahora