Ya no es un juego.

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Lo único que Akemi fue capaz de hacer tras conseguir quitarse de encima a Eily, fue retroceder. Si bien, no era la persona más afectiva que se pudiera conocer, no solía dejar que cualquiera saltara encima de ella para abrazarla, mucho menos declararla como la novia de alguien. Esa velocidad con la que se alejó de Eily e impuso distancia entre ambas ocasiono en el jovial rostro de la mujer se dibujara un ceño fruncido.

—Supongo que eres la madre de Aiden, ¿no, Eily? —la mujer puso ambos brazos en jarras sin cambiar durante ningún momento su expresión—. No sé qué te haya dicho tú hijo... pero yo no soy su novia.

—¿Por qué no? Sabes muy bien que no me molestaría que fueras mi nuera —realizó un amago de acercarse a Akemi otra vez, y ella volvió a retroceder—, Akemi no te he visto desde hace... unos años, déjame abrazarte un poco.

—Ni siquiera dejo a mi hermano abrazarme, ¿por qué te dejaría abrazarme? —rodeó el sillón para usarlo como un escudo contra la mujer, que parecía muy dispuesta a presionar su rostro entre sus manos.

—Porque tal vez empieces a salir con mi hijo, ¿no vas a decirme que no es bastante guapo?

Akemi abrió la boca pero la cerró al instante.

Tenía su opinión acerca de Aiden, y no era una opinión que su madre quisiera escuchar. El gesto no pasó desapercibido por Eily, quien inmediatamente trató de avanzar hacia Akemi una vez más, el sillón cumplía perfectamente su propósito, un escudo contra ella.

—¡Actúas como una niña, Akemi! Ven aquí y déjame darte la bienvenida a la familia como mereces —con un brazo extendido, realizó una invitación a Akemi para dejar la seguridad que sentía tras el sillón—. Y dile a tu padre que quiero hablar de algo con él, no he podido contactarlo en la oficina.

—Papá debe estar en su casa ahora mismo, puedes ir a verle luego de recoger a tu hijo.

Braeden arqueó una ceja, participando por primera vez en aquel debate.

—¿Quieres decir que él no vive aquí, Akemi? —ella negó con la cabeza como si fuese algo realmente natural y, lo cierto es que, para ella, si era natural que su pa-dre no viviera con ella. Caminó hacia la cocina aprovechando que la pareja intercambiaba miradas confundidas, para sacar un refresco del refrigerador—. ¿Hace cuánto que vives sola?

Akemi miró el techo durante unos segundos haciendo cuentas.

—Cuatro años —empinó la botella dando un largo trago—, mi hermano dejó de vivir en casa de papá cuándo tenía 17 así que, no es algo tan raro.

Eily, que hizo un amago para avanzar, fue detenida por su esposo. Ambos sabían perfectamente que Yoru Fujihane tenía sus propios métodos para educar a sus hijos, y ellos no podían simplemente querer cambiarlos de la noche a la mañana. Eily suspiró acomodando un mechón de cabello que caía sobre su rostro, se aclaró la garganta con elegancia.

—¿Puedes decirle a Aiden que ya llegamos? —Akemi se encogió de hombros y se encaminó hacia las escaleras, llenó sus pulmones de aire durante unos segundos, y gritó:

—¡Más vale que dejen lo que están haciendo y bajen, los padres de Aiden llegaron!

Dejen. Akemi había usado el plural al dirigirse al piso de arriba. Braeden dedicó una mirada inquisidora a su esposa, lo más seguro era que Aiden estuviera con su verdadera novia, y ella ya había empezado a molestar a Akemi con ese tema. Eily cubrió su boca con ambas manos tratando de disimular el sonrojo que acababa de nacer en su rostro, su cabeza iba hacia todos lados buscando un lugar dónde ocultarse.

Braeden puso los ojos en blanco y rodeó los hombros de su mujer acercándola a él, tiró suavemente de ella para invitarla a sentarse, quedarse parados los haría parecer como invitados indeseados, algo que no eran, puesto que Akemi les había invitado a entrar, dejándose guiar por su esposo, Eily se sentó en el sillón que previamente Akemi había usado para alejarse de ella.

El Jinete |Pausada Temporalmente|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora