Solo di que sí.

20 1 0
                                    

Yuriko dejó caer su espalda contra el muro, deslizándose lentamente hasta tocar el suelo y sentarse, extendió una de sus piernas, mientras que usaba la otra para recargarse y frotar su frente. Tenía mucho en lo que pensar y necesitaba un poco de privacidad para eso, estaba arriesgando mucho al decidir faltar a las primeras clases para hacer eso, además, tenía cierta presión —impuesta por ella misma— al hacerlo, debía liberarse antes de las 12.30 para hablar con Aiden. Visto de esa forma, sacrificar varias clases no sonaba tan horrendo como unos minutos atrás.

Cerró los ojos al recargar la cabeza en la pared. Se encontraba resguardada entre dos edificios, un punto ciego, por darle un nombre, aunque se asomaran por las ventanas no podrían verla. Recogió ambas piernas para recargar su frente contra las rodillas, llenó sus pulmones de aire y lo dejó ir.

—Estoy esperando tu respuesta, Akemi. ¿Vas a hablar o no?

Akemi se pasó la mano por el cuello, frotándolo con fuerza, exasperada. Una reacción que no veía mucho en su amiga, salvo cuando se encontraba realmente frustrada por algo.

—¿Qué tanto sabes de La Emperatriz?

Yuriko ahogó una risa por la pregunta, ¿cuánto sabía? Tanto como su poca fuente de información le permitía adquirir, de no ser porque los Jinetes debían permanecer ocultos del mundo, podría tener mucha más información, pero ese no era el caso, no tenía más que detalles, pedazos que no le servían de nada, y quería que le fueran útiles.

—Muy poco, es complicado conseguir información de ella, ¿sabes? Es el único Jinete que realmente ha hecho algo, todos la nombran y se aterran, es un ejemplo a seguir, ¿no lo crees? Todos deberíamos seguir su ejemplo y hacer lo que más nos convenga, no... jugar a los salvadores.

Levantó la cabeza para ver el muro de enfrente. Eso es lo que había dicho. Y lo había hecho sin pensar. Sentía tanta admiración por ella que no había pensado en las consecuencias. No había considerado la opinión que pudiera tener Akemi, hasta que fue muy tarde para retractarse. Parecía ser un hábito últimamente.

—¿Chibi?

Akemi mantenía los labios cerrados formando una línea, no reaccionó cuándo Yuriko le llamó ni pareció dar alguna señal de que la había escuchado, hasta que se acercó para sacudirla un poco sujetando su hombro. Obtuvo una respuesta inmediata, Akemi alzó la vista cruzándose con la Yuriko.

—Vaya... no imaginé que pudieras admirar tanto a esa mujer.

Un amago de sonrisa apareció en sus ojos, al mismo tiempo que sus brazos empezaban a rodear su cuerpo, casi como si estuviera intentando esconderse.

—¿Es que tú no?

Enredó las manos en su cabello antes de gruñir con frustración. Estaba tan acostumbrada a ver a Akemi jovial todo el tiempo, sarcástica, agresiva, caprichosa, temperamental, que ver a una Akemi que se escondía y desviaba la mirada a la primera ocasión la había dejado completamente desconcertada. Había dicho cosas de las que se ahora se arrepentía, lo más frustrando era no poder remediar ninguna de ellas.

—Pues no... ja, ja..., no soy de fan de alguien que intentó asesinarme de todas las formas posibles cuándo era una niña.

Golpeó su cabeza contra el muro, le faltó medir su fuerza y este vibro completo durante pocos segundos, tan suave que sólo los que estuvieran pegados al lado contrario del muro lo sentirían. Mantenía los ojos cerrados, respirando con fuerza y obligándose a relajarse.

—¿Qué ella inten...?

Millones de preguntas surgieron en su mente en cuestión de segundos, tantas que tuvo que organizarlas antes de empezara a dolerle la cabeza, su boca seguía abierta, lista para soltar la siguiente pregunta, pero su cerebro seguía organizando toda la información que podía buscando la interrogante ideal.

El Jinete |Pausada Temporalmente|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora