Akemi
Si dijera que me convertí en la entrenadora del equipo de lucha femenino de la escuela, por causa de la pelea dónde me vi involucrada, ¿me creerían? Estupendo, porque yo tampoco me creo. Fue algo tan irreal, tan fantasioso e increíble que ni siquiera ahora, cuándo estoy a mitad de un entrenamiento con las chicas puedo creerlo. Quiero decir, en las circunstancias en las que me encontraba era más creíble que pudieran expulsarme de la escuela, a dejarme quedar y, recompensarme —sí, recompensarme y no castigarme— convirtiéndome en la entrenadora y capitana del equipo de lucha femenino.
Bueno, estoy segura de que el rector pretendía "castigarme" al darme ese título, pero creo que muy profundo en su interior, él sabía que era más una recompensa a un castigo, o puede que no, y realmente lo haya hecho como castigo. Como sea, soy feliz con lo que se me impuso e incluso me ha ayudado a tener una apariencia de normalidad en la escuela. ¿Es correcto que la llame de esa forma? Porque, si no lo es, lo seguiré haciendo de todas formas.
En fin, el día siguiente después de haber tenido esa totalmente incómoda reunión con Boris, fue cuando me mandó a llamar el rector, tuve que inventar una maravillosa excusa para haber llegado sin ningún moretón a la escuela, y esa fue: carne cruda. Sí, la maravillosa y poderosa carne cruda limpió mi rostro de moretones. Aunque ni él ni la enfermera se hayan creído mi mentira, de todas formas pasé a su oficina, un lugar muy agradable, con muebles de caoba y una alfombra caqui que tiene un diseño muy parecido a una mándala, el escritorio, como debería ser para un rector de universidad, a mas no poder llena de papeles y carpetas que, solo él sabrá su contenido.
Luego de invitarme a tomar asiento y ofrecerme una tacita de café, fue directo al grano, yo estaba totalmente preparada para una expulsión que jamás llegó.
—Quiero que te conviertas en la entrenadora del equipo de lucha femenino. Considerando tus antecedentes escolares, no creo que sea ningún problema para ti, ¿me equivoco?
Y, ¡bum! Al día siguiente después de eso el club de lucha vuelve a abrir y las integrantes del mismo asisten para juzgar si su nueva entrenadora es digna de ellas, un cuarto de ellas me reconoció por la pelea llevada a cabo en el estacionamiento, las demás fingieron hacerlo —o esa fue mi impresión—, las mayores, que eran las que estaban en el último año de sus carreras, me miraron de arriba abajo, juzgándome en silencio. No las pude culpar, no las culpo. De ser ellas, yo también haría lo mismo.
Fue algo bueno que me propusieran luchar con ellas, una a una para que confirmaran que tanto sabía para poder ser su entrenadora, es aquí, cuándo levanto las manos al aire, expongo mi garganta al enemigo y grito con toda la potencia de mis pulmones: ¡gracias, hermano mayor! Por enseñarme a defenderme cuando era una niñita de apenas nueve años.
Y es la verdad, si Reiji jamás me hubiera enseñado ni lo más mínimo de defensa, habría sido víctima de muchos hombres, incluidos los del equipo de lucha. Además, de que eso también aseguró que las chicas mayores estuvieran satisfechas con mi conocimiento y me aceptaran como su entrenadora, eso fue, literalmente, un sueño hecho realidad, como Cenicienta cuando la dejaron ir al baile, el mismo nivel de euforia y felicidad.
Mis primeros días como entrenadora fueron agotadores. Muchas chicas se unieron al ver que había vuelto a abrirse, y tenía que asegurarme de tener a todas las nuevas al mismo ritmo y procurar que las mayores no se aburrieran y creyeran que era una pérdida de tiempo ¡la mierda de organización! Me desvele una noche completa en mi segundo día como entrenadora para conseguir crear un programa que lograra satisfacerlos a todos. Uno de ellos era para que las mayores pudieran practicar movimientos nuevos, secretos que han pasado de mi hermano a mí, y de mí a ellas. El otro, para que las nuevas entraran en condición física, correr, lagartijas, sentadillas, cosas así, acostumbrar su cuerpo al trabajo duro y al ejercicio. 15 de las 30 que entraron, desertaron, el entrenamiento fue mucho para ellas.
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El Jinete |Pausada Temporalmente|
General FictionDicen que no hay vida después de la muerte. Que tu alma o tu espíritu consigue el descanso eterno y por fin eres libre del pecado. Hay quienes dicen, que aquellos que regresan de la muerte no poseen un alma, sólo son cuerpos vacíos con un único de...